La diabetes obliga a Mateo a cambiar de colegio

Este verano para Mateo ha sido especial, en agosto comenzó a beber mucha agua, ir más al baño, adelgazar... y terminó pasando tres días en la UCI. Así le diagnosticaron que tenía diabetes. Con tan solo siete años, ha aprendido que su páncreas no fabrica la insulina suficiente. Lo explica al otro lado del teléfono, mientras su perro Rufus se mete en la conversación.

Eugenia, su madre, recuerda el día en el que el brote se desató: "Fue un poco violento, de repente tuvo una alergia muy potente y los corticoides que le dieron subieron su nivel azúcar". Desde entonces, Mateo se ha adaptado a su enfermedad. Él ha aprendido a tratarse el azúcar por sí solo: "Utilizo el insuflón, una vía que tienes en la tripa, hay que cambiarla cada tres días y por ahí te metes la insulina".

Cuando le diagnosticaron la enfermedad la principal preocupación de sus padres fue el colegio, llevaba desde los tres años estudiando en un centro concertado en Aravaca que no tenía enfermera. Intentaron que la dirección contratase a una. No lo consiguieron, y fueron sus padres los que intentaron tratarle diariamente. "Papá tenía que venir a las once de la mañana, luego venirme a buscar para comer y a las cuatro también me hacía los controles", recuerda. Así duraron las tres primeras semanas del curso. Al final decidieron buscar un centro con asistencia médica.

"Me dio un poco de pena cambiar de colegio, pero aún así sigo teniendo a mis amigos: Yago, Alejandro, Nacho...", explica. Aunque también cuenta que son a sus compañeros a los que más extraña, porque en el nuevo cole además de tener enfermera, Mateo se ríe al contar que tiene piscina y un nivel más alto de inglés.

Con este nuevo cambio Mateo ha conocido a Pepa, la enfermera del colegio. "Me mide, me pone la insulina, me dice si tengo que comer antes de gimnasia". Así ha conseguido ser uno más en clase, pero aprevechando que es el día Mundial de la Diabetes tiene una reivindciación: "Me gustaría que todos los colegios tengan enfermera".