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TRADICIONES / TECNOLOGÍA

Metidos en la piel de Jarramplas

Piornal estrenará en agosto un museo dedicado al personaje ancestral, que incluye un habitáculo sensorial a modo de máscara virtual para sentir lo que experimentan quienes lo encarnan

Nieva en enero en Piornal y Jarramplas aguanta la lluvia de nabos. / Jorge García

Cáceres

Jarramplas es todo un protagonista ancestral cada 19 y 20 de enero en medio de la lluvia de nabos arrojados por sus vecinos y visitantes. Es la última fiesta declarada de Interés Turístico de Extremadura y de Interés Turístico Nacional. Tradición que hunde su raíces hasta el Medievo. Leyenda que relata la historia de un ladrón de ganado cazado, emplumado y expulsado del pueblo.

Con lista de espera hasta el año 2033, encarnar al mítico Jarramplas se antoja algo complicado para todos aquellos que se acercan a la localidad extremeña de mayor altitud.

Entre la Sierra de Gredos y el Valle del Jerte, sus verdes pastos aún en verano, a más de 1.100 metros, entroncan con una de las versiones del origen de esta celebración, la de "ajusticiar a un ladrón de ganado en pleno invierno". Pero hay más hipótesis; desde el castigo mitológico de Hércules a Caco a costumbres de los pastores vetones pasando por influencias de ceremonias precolombinas.

Ese lado misterioso que rodea a la fiesta también tendrá su espacio en este museo que sigue la línea de centro de interpretación, con sede en la Casa de Cultura.

La fiesta de Jarramplas se celebra entre el 19 y 20 de enero. / Jesús D. Prieto

Pero, sin duda, más allá de simbolismos y de adaptaciones a la religión católica -y a la figura del mártir San Sebastián, en concreto- el museo se presenta con un aliciente estrella: "ponerse en la piel de Jarramplas" en una de sus salas a través de un dispositivo que simula física y audiovisualmente el colocarse la máscara de este personaje y "el transitar por las calles de Piornal mientras se recibe el impacto de miles de nabos",  troncos de coles incluso remolachas. Todo ello aderezado muchas veces con la nieve o el hielo, habituales en Piornal por esas fechas del mes de enero

Una máscara fabricada en la actualidad de fibra de carbono que ha ido aligerando su peso (en torno a los 8 kilos) a la par que ganaba en consistencia ante los golpes. Algo similar a lo sucedido con la armadura que se oculta bajo el traje de cintas multicolor.

De soportar en total, 55 kilos sobre hombros y piernas se ha pasado a 30 en la última edición. Un proceso evolutivo que igualmente podrá verse en el Museo de Jarramplas, con objetos originales donados por los mayordomos y piornalegos que encarnaron a Jarramplas en años anteriores. Porque tampoco faltan tamboriles o 'cachiporras' (baquetas), responsables de tan peculiar sonido mezcla de folclore y ritos bélicos ancestrales.

Con este museo más la estatua de más de dos metros inaugurada en una de las plazas de la localidad a principios de año, Jarramplas se hace aún más presente en la vida cotidiana de Piornal y en las visitas turísticas durante todo el año. La fiesta se revive así por dentro. Por fuera ya es otra historia.

 
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