Sociedad

El legado de los recortes en dependencia: 288 euros para un joven con el máximo grado

Pepi, la madre de Víctor, dejó de trabajar para cuidarle. No recibe ninguna prestación desde 2012, cuando el gobierno de Rajoy reformó la Ley de Dependencia

Víctor, en el patio de su casa. Foto: Fátima Donado

Toledo

Víctor se toca la oreja. El 10 de septiembre cumple 27 años. No habla. “Mamá, papá y no, no dice nada más”, explica Pepi. Pepi es su madre. ¿Cómo están? Con una risa nerviosa e, incluso, floja responden que “bien”.

Reportaje Dependencia

02:00

Compartir

El código iframe se ha copiado en el portapapeles

<iframe src="https://cadenaser.com/embed/audio/460/005RD010000000114657/" width="100%" height="360" frameborder="0" allowfullscreen></iframe>

“Resuelve reconocer al interesado un grado de minusvalía un grado del 96% de tipo psíquica, física y sensorial”. Antonio lee en un papel la discapacidad de Víctor, como si no se enfrentara a ella cada mañana con su mujer Pepi. Víctor es un gran dependiente, el grado máximo reconocido. Lo único que puede hacer solo es caminar.

Antonio y Pepi sonríen cuando hablan de Víctor. Es cariñoso y muy obediente. Ríe a menudo durante la entrevista mientras aprieta el gatillo de una escopeta de juguete. “Víctor, para”. Sus padres le regañan como a cualquier otro niño que solo quiere jugar. La diferencia es que este niño, de 27 años, entre otras cosas, llevará pañal de por vida, no podrá hacerse nunca la comida, ni ducharse solo y, si se quita las gafas, no ve. Víctor tiene 19 y 14 dioptrías. “Tiene carácter. Cuando se enfada se muerde el dedo”, narra su madre desnudando una escena cotidiana en cualquier familia.

Pepi tuvo que dejar de trabajar para dedicarse en exclusiva a su hijo, pero cotizaba a la seguridad social como cuidadora. No cobraba nada, pero cotizaba. Hasta que un día les llegó una carta del Ministerio de Sanidad tras la reforma de la Ley de Dependencia que llevó a cabo el ejecutivo de Mariano Rajoy con un Real Decreto del 20 de julio 2012. “Nos dijeron que me daban de baja en la Seguridad Social porque no era una cuidadora titulada. Cuando recibí la carta me hubiera gustado tener a esa persona delante. Yo no necesito un título. Después de 27 años quién me va a enseñar a mí a cuidar de mi hijo dependiente”. El Estado, por tanto, dejaba de pagar las cotizaciones a la seguridad social de los cuidadores.

Los cambios que incluía el Decreto hicieron que le rebajaran la ayuda que otorgaron Víctor en 2007 con la Ley de Dependencia: 350 euros. Actualmente cobra 288.

Antonio explica que una asistente acudió a su casa para explicarles que le reducirían la prestación de su hijo un 15% y que darían de baja a su mujer de la Seguridad Social. “Nos daban la opción de pagar nosotros los 220 euros para que Pepi siguiera cotizando”, explica.“¿Nos dan 288 euros de ayuda y tengo que pagar 220? No puedo”.

Hace un año diagnosticaron a Pepi cáncer de mama, se sometió a un tratamiento de quimioterapia y perdió el pelo. Lo que más les preocupaba era la forma en que le explicarían a Víctor que de un día para otro iba a quedarse “calva”. Se lo explicaron jugando, como casi todo. “Todo se lo hemos enseñado jugando”, aclara Antonio. “Si Víctor sabe lo que es arriba y abajo es porque su madre y yo nos hemos subido encima de una silla y nos hemos tirado por el suelo”.

Como todas las familias, Antonio y Pepi también sueñan. Cada semana echan una primitiva. “No te lo vas a creer, pero si nos tocara lo que haríamos sería construir una residencia en el pueblo”. Dinero a un lado, con Antonio desempleadoy cobrando el paro y con Pepi cuidando a su hijo, sin ni siquiera opción a recibir un subsidio tras los años de cotización, hay un deseo más fuerte. Un deseo de los que tienen que ver con enfrentarse a la vida día a día. “Le acabo de contar que pronto me darán unos resultados de una nueva biopsia que pueden traer consigo una recaída en el cáncer. Me moriría tranquila si sé que mi hijo tiene donde quedarse”, narra Pepi. “Mientras estemos los dos aquí vamos a hacerle un niño feliz. Cada uno busca su felicidad; a ellos hay que dársela. Pero, ¿cuándo no estemos nosotros qué?”. Las preguntas a las que buscan respuesta Antonio y Pepi son sencillas: ¿Dónde va a estar su hijo cuando ellos no estén? ¿Quién se va a ocupar de él?

Nos marchamos y Víctor se queda en el patio organizando su cumpleaños. Mueve las mesas. Las coloca para la celebración. Con sus manos gesticula explicando a sus padres que si llueve lo celebrará en el garaje. Su padre, Antonio, bromea con “la vuelta al cole”. Él chilla. Le entiende. No quiere volver al centro de día en el que pasa algunas horas por las mañanas. Víctor es feliz, se ríe sin parar y es cariñoso sin querer. Es posible que no lo sepa nunca, pero sus padres luchan infatigables cada día para robarle una sonrisa. Su madre, sin tiempo para pensar en ella, espera unos resultados que pueden desembocar en una nueva batalla. Al irnos, le deseamos suerte. Pepi sonríe y Antonio repsonde: “Lo que venga, nos lo echaremos a la espalda”.

 
  • Cadena SER

  •  
Programación
Cadena SER

Hoy por Hoy

Àngels Barceló

Comparte

Compartir desde el minuto: 00:00