Los charcos: una ingeniería natural al alcance de la mano

Santa Cruz de Tenerife

Suponen una alternativa al ajetreo de las playas de arena y nos permiten un mayor disfrute de la naturaleza. No son muchos los canarios que conocen el número de piscinas naturales o los denominados charcos que se prodigan a lo largo de las costas del Archipiélago. A falta de un censo fidedigno, en Canarias existen alrededor de 400 charcos de los cuales un porcentaje nada desdeñable pueden ser utilizados para el baño.

En el caso de Tenerife, el Cabildo ha puesto en marcha un proyecto para la rehabilitación del litoral impulsando 140 actuaciones en el litoral de la isla repartidas por los 28 municipios que tienen costa a lo largo de los próximos diez años, lo que requerirá una inversión de cien millones de euros.

El arquitecto, Alberto Luengo, es uno de los artificies de un amplio catálogo, en preparación, que incluye gran parte de los charcos existentes en Canarias.

Para Luengo, los charcos suponen una alternativa a las zonas de baños más turísticas y tradicionales. “El charco sigue siendo un modelo de intervención que no acaba de ser reconocido y, desde la óptica insular, es una opción de baño porque hay que pensar que un gran porcentaje de las islas es acantilado y cantil", explicó Luengo.

Por otra parte, existen varias tipologías de charcos que ofrecen una amplia variedad de una suerte de ingeniería natural. Los más interesantes son los que están en relación a los sistemas de captación de agua que fundamentalmente son cinco. Uno de ellos es el de Jameos, que es muy poco usual, los de Rebosadero, que son los más habituales en los que la marea los llena, y por último, los de Bufadero, Estancadero y Tomadero que se han utilizado en todas las salinas de Canarias ", señaló Alberto Luengo. En Gran Canaria destacan charcos habilitados para el baño como el caso de Roque Prieto en Santa María de Guía o el charco de San Lorenzo en la costa de Moya.