Ruido

Palma de Mallorca

El pacte de Govern vive su peor crisis política, que no es tan grave como la próxima, que seguro que está al caer. No es la primera ni será la última, por lo que nos permitiremos administrar los adjetivos con cautela. Solamente llevan siete meses de gobierno y corremos el riesgo de agotar el diccionario mucho antes de que se acaben las peleas.

Esta vez, el enfrentamiento es a cuenta del impuesto del turismo sostenible, ese al que todos llamamos ecotasa sin serlo. Podemos dice que es un fraude a la ciudadanía porque no tiene fines medioambientales. PSOE y Més le recuerdan a los de Jarabo que pactaron la creación de un impuesto turístico y no ecológico, por lo que lo recaudado debería poder destinarse a otros fines. Por cierto, Podemos quiere que estos fondos recaudados se repartan de acuerdo con la territorialidad, en contra del criterio de PSOE y Més.

El proyecto presentado por Turismo no incluye una propuesta concreta sobre el destino final de este impuesto, por lo que cada grupo político intenta implantar sus prioridades en forma de enmienda. La formulación definitiva del impuesto se está negociando en el Parlament, y esa fase de negociación incluye dar titulares grandilocuentes para intentan influir no solo en la opinión pública, sino, sobre todo, en las partes negociadoras.

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¿Las diferencias en el seno del Pacte ponen en peligro el impuesto del turismo sostenible? No. Por eso tanto ruido es tan molesto como innecesario.

Por cierto, si no lo han hecho todavía, lean en El País el artículo de Víctor Lapuente, “Pastores o borregos”. Da pistas.