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El Sporting vendió su alma a Doyen

Manuel Vega-Arango y Alfredo García Amado firmaron en 2011 un contrato con el fondo de inversión para recibir 2 millones, que Doyen recuperaría multiplicados por cinco, a través de derechos de futbolistas

García Amado y Vega-Arango se sientan a la mesa presidencial de una junta de accionistas / Real Sporting

Gijón

Septiembre de 2011. El Sporting afrontaba su cuarta temporada consecutiva en Primera División. Todo un éxito, impensable unos años antes, cuando el club vagaba sin esperanza por la Segunda División y al borde de la desaparición. Con mayor o menor sufrimiento, el equipo cumplía temporada tras temporada. Pero los dirigentes no lo hacían. Volvían a demostrar que la Primera División les quedaba muy grande.

Contrariamente a lo que había augurado el por entonces vicepresidente económico Antonio Veiga en el diario El Comercio ("en tres años en Primera, deuda cero") el Sporting estaba sumido, tras tres temporadas en la élite, en la más absoluta ruina. Y eso sin haber realizado apenas desembolsos importantes en jugadores.

Tocaba pagar a Hacienda 2 millones de euros y el Sporting no disponía de capacidad económica para ello. Los bancos, por entonces, no concedían crédito casi nadie, y menos a un club incumplidor como el Sporting. Así que el por entonces director general Alfredo García Amado recurrió a la estrategia habitual en estos casos: descolgar el teléfono y llamar al dueño. Pero la respuesta fue la habitual: el máximo accionista, José Fernández, se desentendió del asunto. Volvió a negarse a poner dinero y le invitó a buscarse la vida.

Así que a Amado y a Vega-Arango, incapaces de encontrar una solución buena, optaron por vender el alma del Sporting a Doyen Group. El fondo de inversión con sede en Malta aceptó facilitarles ese dinero, con unas condiciones leoninas: el Sporting obtendría 2 millones de euros, pero debería devolver 10 millones. No era un préstamo, sino un traspaso de derechos de futbolistas en toda regla. Doyen recuperaría el dinero a través de la venta de jugadores. Exactamente lo que tantas veces negaron, por activa y por pasiva, todos los dirigentes del Sporting.

En realidad, no siempre lo negaron. Una vez, quizás en el único arrebato de sinceridad en todo este proceso, García Amado sí se posicionó favorable a vender derechos de los futbolistas a Doyen Group. Fue en 2011, en una entrevista concedida a SER Gijón. "Ojalá Doyen nos compre un jugador, o una parte para ayudarnos a salir de esta situación", respondía el director general rojiblanco. La realidad es que el Sporting no traspasó los derechos de un jugador, sino un porcentaje de los de toda la plantilla. Doyen recuperaría el dinero prestado y esos intereses del 500% cobrando el equivalente al 34% de los derechos de cada jugador que fuera traspasado, hasta alcanzar los 10 millones de euros. Según el documento, si el 1 de Febrero de 2015 el Sporting no había saldado su deuda Doyen pasaría a controlar un 50% de los derechos de los jugadores.

Es más, en el contrato firmado por Vega-Arango y García Amado, y que ha sacado a la luz pública el portal ruso Football Leaks, el Sporting perdía la autoridad para decidir si traspasaba o renovaba el contrato a un jugador, porque todo debía ser aprobado por el fondo de inversión. La documentación incluye un par de anexos en los que se valora a una serie de jugadores tanto del primer equipo como de las categorías inferiores (desde Barral, Trejo o Canella hasta Sergio Álvarez, Mendy o el jovencísimo Abdou Karim). El valor de la mayoría de ellos se fija en 3 millones de euros. Si algún club ofrecía al Sporting la cantidad señalada, la entidad estaba obligada a traspasarlo para hacer frente a la deuda con Doyen. El contrato suponía una auténtica 'intervención' del Sporting.

Los actuales dirigentes aseguran que ese contrato nunca se cumplió. Que fue retocado dos veces en 2012, pero que el club gijonés sólo ha pagado 250.000 euros. ¿Por qué Doyen no denunció que el Sporting incumpliera reiteradamente el contrato? Aseguran desde el club que se les hizo ver que esas cláusulas eran claramente leoninas y que no se sostenían. Tampoco el Sporting tenía capacidad para pagar (ni al Sporting ni a nadie), con lo que recurrir al juzgado podía haber supuesto la desaparición. Y el fondo de inversión prefería esperar para cobrar algo que instar la disolución y no recuperar nada.

Conocido este bochorno y constatado que los dirigentes del Sporting no dijeron la verdad durante años refiriéndose a la relación con Doyen, queda una duda en el aire. ¿Habrá más revelaciones de Football Leaks que dejen al descubierto a los gestores rojiblancos?

David González

David González

Vinculado a SER Gijón desde 1998. Director de SER Deportivos Gijón y voz de los partidos del Sporting...

 
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