Oradores versus mitineros
Julián Blasco, profesor y eescritor, reflexiona sobre la oratoria como cualidad política, pero también sobre sus miserias cuando deriva en la falta de respeto en las Cámaras
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Mérida
La oratoria madre de la elocuencia desde hace mucho tiempo desapareció de las mentes de quienes deberían de ser ejemplo a diario de esa virtud. La buena oratoria tan necesaria para que el resto de los humanos podamos comprender las decisiones que atañen a una región o a una nación, lamentablemente es una cualidad que pocos o muy pocos políticos hoy día poseen.
Por el contrario, tenemos que soportar lamentablemente a representantes políticos que no saben o no quieren responder con lógica, con una oratoria mínima, con la educación que se le supone, a cualquier propuesta que hace otro político.
Estas carencias llevadas a la realidad regional o nacional, brinda a diputados o jefes de filas de algunos partidos el poder aprovecharse de la tribuna de una Asamblea Regional o de un Congreso de Diputados para lanzar ofensas, improperios sin más, dejando en el diario de sesiones frases y acusaciones de tan pobre catadura política que avergüenza a propios y ajenos.
Con este panorama tan real como lamentable, no se comprende que ante serios, honestos y democráticos intentos de tirar del carro de una región o un país, dejando a un lado incluso la no coincidencia de colores, se escuchen exabruptos y exclamaciones de quienes en estas situaciones dificiles, tenían que sumar y tener visión de región o de país.
Conclusión oratoria: El pataleo y la ofensa sin respeto en el mundo parlamentario es una expresión muy clara de las carencias y la miserias que algunos tienen, por muy señoría que sea.