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CALLEJEANDO

La leyenda de las montañas de Quatre Carreres

En 1946 encontramos las primeras calles rotuladas oficialmente con nombres de montañas en la zona norte del barrio de Monteolivete, con los topónimos de Mariola, Peñagolosa y Montcabrer (hoy desaparecida)

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Valencia

 A finales del siglo XIX, el ingeniero Casimiro Meseguer, el mismo que ideó el Paseo de Valencia al Mar, proyectó un camino de tránsitos que circunvalara la ciudad con el propósito de fiscalizar y controlar las mercancías que entraban y salían de la ciudad y de su puerto. Años más tarde, el arquitecto Francisco Mora utilizó los bordes que marcaba este mismo camino de tránsitos para delimitar su proyecto de ensanche. Así, todo lo que quedaba dentro del poliedro formado por la nueva circunvalación quedaba sometido a una ordenación urbana y por consiguiente, a un control toponímico por parte del ayuntamiento y en concreto por la delegación de estadística, que era la que velaba por el nombre y numeración de las nuevas vías.

Del mismo modo que las nuevas calles inscritas dentro del camino de tránsitos gozaban del cuidado de la administración, las que se hallaban fuera de esta frontera urbana pasaban inadvertidas para la misma. Así sucedió a principios de siglo con el crecimiento de los pequeños núcleos rurales que bordeaban la ciudad, como Patraix o Monteolivete, cuya expansión se realizó sin orden ni concierto, donde los promotores de turno o los propios vecinos eran los que disponían la apertura de nuevas calles y su rotulación.

Esta singularidad del extrarradio valentino hizo que en dichos barrios proliferase una toponimia o rotulación de calles muy peculiar, considerada vulgar por la administración que a posteriori intentó corregir, pero que en muchos casos, el uso y la costumbre finalmente consolidó. Hoy, muchas de aquellas denominaciones sancionadas por los vecinos continúan vigentes, confiriendo a nuestro nomenclátor un aura romántica y misteriosa, plagada de personajes anónimos, rótulos exóticos, leyendas urbanas y rompecabezas sin resolver.

Una de estas leyendas urbanas, nunca mejor dicho, es la que desvelaremos a continuación y tiene que ver con el mirador del Cap de Sant Antoni en Xàbia y cuatro calles con nombres de sierras alicantinas del distrito de Quatre Carreres en Valencia.

 En Corts, una caja de sorpresas.

Corrían los años 20 del pasado siglo cuando el barrio de En Corts, al calor del recién levantado Cuartel del General Almirante, hoy conocido como Cuartel de Ingenieros Zapadores, empezó a urbanizarse. Sin planificación ninguna se levantaron nuevas edificaciones y se abrieron calles de manera caótica y desordenada.

En aquel tiempo, la zona sur del barrio, muy cerca del Cuartel de Zapadores, quedaba delimitada por la vía férrea del tren que unía la estación de Jesús con Nazaret y que había sido inaugurada en 1914. A ambos lados de la vía empezaron a instalarse pequeñas industrias y almacenes que demandaban la rápida rotulación de la calle para la correcta localización y domiciliación de sus negocios. Las nuevas vías, huérfanas de nombre e ignoradas por el consistorio, fueron bautizadas por sus moradores o rotuladas por la administración con cierto desdén. Por ello, toponímicamente hablando, este barrio es una caja de sorpresas.

 Las montañas: unos topónimos muy socorridos.

Después de la contienda civil, el Ayuntamiento de Valencia tuvo ante sí la nada desdeñable empresa de rotular más de 400 calles que carecían de nombre o lo tenían pero repetido en varias zonas de la ciudad o era considerado vulgar. Con estas premisas y ante el aluvión de demandas de los vecinos, el consistorio aprobó la fórmula de rotular con nombres de accidentes geográficos valencianos (ríos, montañas, cabos, etc.) muchas de las calles de la periferia, ya que estos topónimos eran de rápida implantación y “no pueden molestar ningún interés público ni privado”.

Así pues, encontramos en 1946 las primeras calles rotuladas oficialmente con nombres de montañas en la zona norte del barrio de Monteolivete, con los topónimos de Mariola, Peñagolosa y Montcabrer (hoy desaparecida). Y un enjambre de calles del ensanche del barrio de Benicalap, adyacentes al camino de Burjassot, donde recalaron calles como la del Garbí, la Sierra Aitana y el Benicadell (entre otras) en 1948.

 4 sierras del litoral alicantino.

Pero de entre todas las calles rotuladas con topónimos de montañas valencianas que existen en nuestro callejero, las que más llaman la atención por su disposición y por las incógnitas que encierra su rotulación, son las que dieron nombre en su día la a vía por donde discurría el ferrocarril Valencia-Nazaret.

No tenemos referencias de cuando se llevo a cabo exactamente dicha rotulación, aunque se puede intuir que sería inmediatamente posterior a la guerra. No sabemos siquiera si fue fruto de una decisión del ayuntamiento o la llevaron a cabo los propios vecinos, como era habitual en el barrio de En Corts. Lo que sí que creemos, es que la disposición de los topónimos a lo largo del tramo de vía urbanizado no fue casual.

Yendo en dirección Jesús-Nazaret, el primer tramo de vía que se adentraba en el barrio de En Corts, antes de cruzar la carrera de la Font de Sant Lluis, recibió el nombre de Bèrnia. El siguiente tramo hasta la carrera de En Corts o Zapadores, recibió el nombre de Puig Campana. Y el último y pequeño tramo, hasta la salida de la zona urbanizada recibió el nombre de Montgó, hoy desaparecido por la apertura y urbanización de la moderna avenida de la Plata.

Estos tres topónimos, Bèrnia, Puig Campana y el desaparecido Montgó, tienen la peculiaridad de ser los tres, nombres de montañas o sierras litorales de la provincia de Alicante. Pero esta rotulación, que en un principio podría parecer un simple ejercicio de toponimia temática, una costumbre muy arraigada en nuestro nomenclátor por otro lado, esconde un hecho insólito.

 La leyenda del mirador del Cap de Sant Antoni.

Situando sobre un mapa físico de la Comunidad Valenciana las sierras de Bèrnia, Puig Campana y el Montgó, nada hace presuponer que su inclusión en nuestro callejero vaya más allá de una simple rotulación temática. Ni de norte a sur ni de este a oeste ni de mayor a menor altitud están ordenadas estas montañas sobre el plano de nuestra ciudad. Tan solo existe un lugar desde el cual esta disposición cobre un sentido más allá de la simple casualidad: el mirador del Cabo de San Antonio de Xàbia.

 En la carretera que une Dénia y Xàbia por la costa, existe un ramal que conduce hasta el cabo de Sant Antoni. Allí, antes de llegar al faro a mano derecha, se encuentra un mirador que ofrece unas vistas maravillosas de la bahía de Xàbia. Pero no solo eso. Levantando la vista y observando el “skyline” en dirección suroeste, vemos como las tres susodichas montañas se nos alinean en el mismo orden en que aparecen en nuestro callejero. Y es más, a finales de los 60, cuando comenzó a urbanizarse la zona contigua a la misma vía férrea de Nazaret, entonces ya desaparecida, en el barrio de Malilla, este tramo se rotuló con el nombre de Oltà, precisamente la otra sierra que se divisa desde el mirador y que a priori, ni por importancia ni por trascendencia hubiera sido escogida para rotular una de nuestras calles.

No sabemos quién perpetró este rompecabezas toponímico. Tal vez se rotuló a petición de un conciudadano excursionista o de algún funcionario de acción cultural o de planeamiento, amante del montañismo. El caso es que, fuese quien fuese el ideólogo, esta pequeña anécdota sirve para valorar la historia urbana y toponímica de nuestros barrios y pone en relieve lo vivo que está el nomenclátor y lo desapercibido que pasa en nuestro día a día.

Descubrir Valencia más allá de los tópicos del centro histórico ayuda a entender la historia de la ciudad, su evolución y complejidad urbana. Pasear por los barrios que han ido conformando la gran urbe, levantar la cabeza y leer un rótulo. Pensar que por allí pasaba un tren con destino a las playas de Nazaret y que alguien se inspiró en un mirador de Xàbia para poner nombre a esas calles.

 Puedes leer el artículo entero en: https://valentinatopofilia.wordpress.com/

 
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