Sociedad
El Estilita, por Abel Peña

El corazón por el retrete

A Coruña

Estaba ya bajándome la cremallera cuando entré en el cuarto de baño y me quedé de piedra al descubrir que habían pintado la pared. Me sentí tan desolado que, por un momento, se me olvidó a qué había venido y estuve a punto de dar media vuelta. La pintada ya no estaba. Qué pérdida. No me sentía así desde la semana anterior, cuandoextravié el móvil y con él, gran parte de la información que había acumulado durante los tres últimos años de mi vida

Comprendo que parece una reacción exagerada pero, en aquel cuarto de baño diminuto, entre frases que invitaban al presidente del Gobierno a asear los ojetes del personal con la lengua y números de teléfono que pertenecían presuntamente a expertas en felación, se podía leer hasta hace poco la declaración de amor más sincera y descarnada que jamás he podido leer, y me sorprendía que existiera alguien con tan poca sensibilidad como para borrarlo. A mí todavía me dura la impresión que me produjo la primera vez que lo vi: había bebido varias cervezas y la naturaleza me llamaba, así que me levanté tambaleante al servicio, entré, me la saqué y me apoyé en la pared con una mano mientras con la otra dirigía el chorro. Parpadeé mientras la mirada vagaba por la pared y allí estaba (lo recuerdo con toda claridad): "Cris, si estás leyendo esto, que sepas que te quiero, pero me cago en tu puta madre".

Aquel hombre, aquel genio de urinario, había sido capaz de condensar en una sola frase los sentimientos encontrados que genera una relación sentimental. Sentí una oleada de empatía hacia ese anónimo escritor, un pobre tipo con el corazón desgarrado, que había convertido la pared de aquel servicio en su particular muro de las lamentaciones. "Me cago en tu puta madre". Me lo imaginé derrotado por el amor y por el alcohol, con sus amigos esperando fuera, sentados en la mesa y hablando en tono de preocupación sobre él. "Que mal lo lleva" "Este hoy lo echa todo", "Si ya llevan meses así, y no levanta cabeza". "Vigiladle el móvil, que no la llame". Probablemente, todos se habían enterado incluso de que Cris salía con otro durante la última vez que lo habían dejado, pero nadie había tenido el valor de decírselo por miedo a que les montara una escena.

Y mientras murmuraban sobre él, y aunque durante toda la noche había estado dándoles la brasa una y otra vez con las putadas que le había hecho Cris (porque esa tía va a lo suyo siempre) y lo que él les había dicho y lo que ella le había respondido aquella vez. Aquel sufriente todavía tenía algo que decir, lo más importante: una sola frase que condensara todas las demás, lo que quería decirle de verdad a ella pero que no se atrevía porque sabía que solo empeoraría las cosas y por aquello de que solo tenía valor para hacerlo borracho y sus amigos le vigilaban el móvil. Y por un movimiento maestro del destino, se palpó el pantalón en busca de la cremallera y encuentra no el bulto del rabo, sino el del boli que se metió sin darse cuenta en el bolsillo y lo sacó para escribir en la pared una frase sin ni siquiera pensarla, desnudando al mismo tiempo la chorra y el corazón.

"Te quiero, pero me cago en tu puta madre". Si Cris lo leyó, y cabe en lo posible, dado que es un baño unisex, espero que la sinceridad de la frase le conmoviera como hizo conmigo y le hiciera reflexionar sobre lobruja que era. Pero es poco probable: yo soy un tipo especialmente sentimental y esa sensibilidad literaria no está al alcance de todo el mundo. Es más: si en ese momento hubiera tenido delante de mí al poeta en cuestión, creo que le hubiera abrazado –siempre que se hubiera subido la cremallera primero, claro¬-, dado unas palmadas en la espalda y le hubiera dicho que tuviera valor, que podía librarse de Cris igual que podía tirar de la cadena del retrete.

Claro que desde la primera vez que leí aquella pintada había transcurrido mucho tiempo. Puede que ya lo haya superado, aunque seguro que bastante después que Cris, y ahora lo que había escrito inspirado por el desamor había desaparecido, como desaparecen los corazones que se escriben en la arena cuando la marea los borra. Solo quedaba yo, para recordar a Cris, y a la puta de su madre. Así que hice lo único que se puede hacer en esa situación: tiré de la cadena antes de irme.

 
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