Economia y negocios
Juan A. Palacios

‘Hacienda somos todos’

El popular slogan publicitario sirve de argumento para el comentario de nuestro colaborador.

Firma Juan A. Palacios, 'Hacienda somos todos'

Firma Juan A. Palacios, 'Hacienda somos todos'

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Algeciras

 Allá por finales de los años setenta del siglo pasado , en plena transición democrática cuando nace el IRPF o Impuesto sobre la Renta de las Personas físicas uno de los personajes claves de la historia de la publicidad española, un tangerino que nos dejó el pasado 2015, llamado Stanley Bendelac acuñó el famoso eslogan “ AHORA HACIENDA SOMOS TODOS. NO NOS ENGAÑEMOS”

Más de cuatro décadas después en plena campaña electoral en la que iremos a las urnas el próximo 26 de Junio, mientras que a la vez formulamos nuestra declaración de la renta, entre lo que tenemos que pagar o lo que nos deben devolver porque ya lo hemos pagado.

Asistimos estupefactos e indignados, al concierto de todas las letras del abecedario para denominar los múltiples casos de corrupción, recordar esta frase suena a burla e inevitablemente nos acordamos del circo de personajes que están en la cárcel o en sus casas y se lo han llevado calentito a los paraísos fiscales, han utilizado empresas fantasmas o mil artilugios para defraudar y después se han acogido a la amnistía fiscal.

Mientras los sufridos ciudadanos y ciudadanas de una clase media, cada vez más escasa, que cobran su nómina o pensión, no pueden tener el más mínimo descuido porque el sistema los acribilla y cae sobre ellos todo el aparato del Estado.

A casi nadie en esta vida le agrada pagar, y mucho menos convencerse que su contribución sirva para construir una sociedad mejor. Casi todo el mundo descubre que algunos integrantes de la comunidad, famosos políticos, empresarios, artistas o deportistas, por citar solo algunos casos, sus forzosas y necesarias aportaciones no están presididos necesariamente por la claridad y transparencia.

Con más frecuencia de la necesaria, algunos de quienes administran nuestros recursos predican una cosa y hacen justamente la contraria, y la tan cacareada expresión “como los chorros del oro”, si brilla en algunas ocasiones es precisamente por su ausencia.

Tal vez nuestras mayores servidumbres no estén en pagar más o menos cantidad , y ser leales contribuyentes de esta economía de mercado , no hacer realidad aunque sea a regañadientes aquella máxima de” hacienda somos todos” . Como puede comprobarse día a día unos más que otros.

Nuestros tributos más dolorosos es intentar liberarnos de la miseria , esa que nos hace esclavos, no de lo que tenemos , sino de lo mucho que necesitamos para seguir siendo unos aspirantes a la vida feliz.

No sabemos ni podemos, que aún es peor, como curar nuestra ignorancia, presumiendo de aquello que no conocemos y pavoneándonos de lo que somos incapaces de saber y hacer.

Y lamentablemente no dejamos de tener miedo de los demás y de nosotros mismos, y soportamos en ocasiones por interés y en otros por desidia un dogmatismo intolerable e inadmisible.

Pero quizás las peores de las dependencias sean la envidia y el odio en sus distintas variables, porque nos hacen perder nuestra libertad y nos convierte en adictos y esclavos de nuestra propia tiranía. Nuestro pago más luminoso, lo que necesita es recuperar tiempo, porque es el más poderoso de los bienes como decía Francis Bacon “su inseparable propiedad consiste en revelar siempre la verdad”

 
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