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La fotografía de Sergio Soto

Calvelo, los yogures y el merengue

La fotografía de Sergio Soto (09/06/2016)

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A Coruña

Cuando mi padre descubrió el yogur de macedonia ya llevaba un año jubilado. Tuvo que pasar tanto tiempo porque los grandes descubrimientos requieren de una dosis de azar y hasta entonces no se había dado la combinación necesaria para la explosión del fenómeno. Si jamás se había arriesgado mi padre a adentrarse en ese extraño mundo fue porque siempre había aparecido un aliado conocido en la nevera, fue porque solo la jubilación trae esas tardes en que uno busca nuevas experiencias bajo la tapa de un yogur. Mi admiración por uno de los hombres más lúcidos que jamás he conocido se incrementó con su expresión tras la primera cucharada. Sus ojos se abrieron dibujando dos imponentes círculos, fabricando nuevas arrugas en su rostro y, recordando aquellos años de su niñez en que el país solo producía yogures de un sabor, exclamó: “¡qué rico! ¡Y sin echarle azúcar!” Hay cosas que no necesitan que se les añada dulce para estar bien.

El himno del PP funcionó a la perfección durante décadas. Es sin duda un azote en la moral de la izquierda. Se trata de una sucesión de acordes elegidos con tanta habilidad, que hasta al más rojo le resulta difícil huir de ellos. Una melodía que funciona bordeando la línea de todas las cosas, amenazando con admitir todos los adjetivos a la vez, aunque sean contradictorios. Tan cañí, tan bailable, tan ridícula, tan tarareable.Como un productor de éxito cegado por los dólares nos dieron un himno navideño, uno versión jazz, otrorockero y ahora se les ha dado por añadirle merengue.Como con el yogur de macedonia, no era necesario. El resultado es tan “curioso” que cuesta creer que alguien le diera el visto bueno; pero el PP puede permitírselo. Nada, ni siquiera haber rechazado el reggaeton, le pasa al PP una factura demasiado alta. Mientras los demás planteaban su estrategia mirando al cielo, aunque fuera para tomarlo por asalto, el PP hace tiempo que comprendió que lo más eficaz era mirar al suelo, a su suelo electoral. Es tan sólido, tan firme, tan fiel ese suelo que pronto comprendió que no era necesario ganar más que los demás, bastaba con que todos perdieran más que él. Por eso pudo jugar al desgaste, consciente de que nadie muere tan despacio como el PP. En estas condiciones, en las que los errores pierden su fuerza porque siempre ganas es difícil que alguien se atreva al reproche de los fallos. Las victorias ocultan las miserias.

Alzar la voz en el PP es una osadía, así que pocos lo hacen. La mayoría murmuran entre dientes sus temores y enfados a los periodistas y luego lo niegan todo. Pero siempre queda algún atrevido, un romántico del XIX, sabedor de lo que le espera y aun así dispuesto a morir recitando en verso contra las vilezas del mundo. Calvelo, alcalde de Arteixo, ha vuelto a clamar contra los suyos por insistir en mantener el peaje de Pastoriza a beneficio de Audasa. Los suyos fingen no escucharle y se olvidan de avisarle de la apertura de las nuevas infraestructuras. El alcalde se muestra dispuesto a liderar la operación del derribo del peaje y, esta vez, para endulzar sus palabras, no parece que vaya a bastar con un poco de azúcar ni con un merengue.

 
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