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El Estilita, el blog de Abel Peña

El peso del heroísmo

A Coruña

Nunca sigo los juegos olímpicos. Puede que tenga que ver con el hecho de que los deportes no me gustan, o que no tengo suficiente orgullo patrio como para que me importe la posición de España en el medallero. Pero Brasil está dando tanto de si en anécdotasque en los últimos días debo haber leído una docena de noticias sobre el tema, evitando cuidadosamente aquellas que tienen que ver con el deporte en sí, y he llegado a la conclusión de que el deportista al que hay que seguir en estos juegos no es Rafa Nadal, Simone Biles o Michael Phelps, sino Om Yun-Chol.

El gran público no lo conoce, probablemente porque la halterofilia no es una de esas disciplinas cuyos campeones ganan una fortuna anunciando desodorantes, pero Yun-Chol es uno ganó el oro en Londres hace cuatro años en la categoría de 56 kilos en halterofilia, cuando levantó en carga 168 kilos. O sea, más de tres veces su propio peso. Esa hormiga humana, probablemente casi el único que toma una dieta rica en proteína en una dictadura cuyos habitantes se mueren de hambre, se sintió en la cima del mundo entonces y aseguró que todo se lo debía Kim-Jong-Il, el padre del actual dictador, Kim Jong-Un, que había muerto pocos meses antes. “Ha sido el gran Kim Jong-Il quien me ha dado su ayuda”, dijo, ante la aprobación de los comisarios del partido comunista norcoreano, que cabecearon al unísono.

Seguro que Om esperaba revalidar su oro en Río, siempre ayudado por Kim Jong y quizá por el dopaje, si es cierto lo que he oído de los atletas. Desde luego, el musculeras debió pensar que un tipo que es capaz de seguir gobernando un país después de muerto no tendría problemas en ofrecerle ayuda divina. Pero se interpuso en su camino hacia la cumbre del podio un camarada proletario, otro ciudadano de una dictadura asiática pseudocomunista: el chino Long Qingquanlevantó en carga 169 kilos, estableciendo un nuevo récord mundial, lo que significa que Om se tuvo que conformar con la plata. Aquel peso al cuello le aplastó como no pudieron hacerlo los 168 kilos que acaba de levantar a pulso y pidió perdón directamente al actual líder supremo de Corea del Norte, Kim Jong-Un, y que presuntamente también heredó sus superpoderes: “Lo siento por no haber sido capaz de dar una medalla de oro. No creo que pueda ser un héroe para mi pueblo con una medalla de plata”, sollozó.

Siempre es desagradable ver como alguien se derrumba, pero puedo comprenderlo: probablemente Om Yun-Chol veía el futuro en la tabla periódica y creía que la recompensa por la plata sería el plomo, de ahí que sea importante seguir su trayectoria. Si no se presenta en 2020 en Tokyo, sabremos que Om se habrá convertido en el segundo participante de Río que muere tiroteado después de Juma, una jaguar de casi nueve años que participó en la ceremonia del paso de la antorcha olímpica en Manaos, capital del estado brasileño de Amazonas, y fue abatida a tiros cuando se soltó de sus ataduras. El felino, cuya especie se encuentra en peligro de extinción, era la mascota del primer Batallón de Infantería de la Selva, que la fusiló cuando no pudieron reducirla con tranquilizantes, convirtiéndose así en la primera participante en unos Juegos Olímpicos que prefiere morir a inyectarse drogas.

Pero Om está a tiempo de aprender una lección vital de otra mujer, Ana Botella. La antigua alcaldesa de Madrid, que tanto luchó porque los Juegos Olímpicos se celebraran allí, debe sentir cierta satisfacción al comprobar el desastre organizativo de Río, así que puede dar fe de que quedar en segundo lugar no es tan malo. Y quizá recomendaría al coreano que se tomara un “relaxing cup of café con leche”.

 
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