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El maquinista de Osorno no tuvo la culpa

El comentario de Juan Francisco Rojo

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Palencia

Está claro de que a estas alturas de la jugada son pocos los que dudan de que el maquinista que abandonó el tren en Osorno porque había cumplido con su tiempo de conducción no es el culpable de lo ocurrido. Renfe se ha puesto pomposa: anuncia una auditoría interna. Incluso dice que investigará al maquinista, cuando se tiene que investigar a sí misma. No se engañen, no va a servir para nada. Sólo es un brindis al sol. El Sindicato de Maquinistas y Ayudantes ferroviarios, Semaf, ya ha dicho que el conductor avisó en varias ocasiones de que se acababa su tiempo de conducción, solicitó relevo; pero, según esa versión, al otro lado sólo obtuvo el más clamoroso silencio. Al final el hombre cumplió con la ley que impide rebasar las cinco horas y media de conducción continuada.

Los paganos, los de siempre, los ciudadanos, los viajeros que, sin comerlo ni beberlo, se vieron literalmente tirados en la estación de Osorno en medio de una noche francamente desapacible. Se piden disculpas, se anuncia una investigación, se devuelve el importe del billete y hasta que vuelva a ocurrir. Aunque el sindicato ya ha dicho que es un hecho excepcional. Visto así, parece que estamos ante un clamoroso fallo de coordinación. Y llámenme malpensado; pero a veces da la sensación de que a nuestros prebostes les interesa que este tipo de servicios, como el de Correos o el de trenes que no sean el AVE no funcionen del todo bien para justificar futuras privatizaciones; que, ¡qué curioso! En más de una ocasión se adjudican a empresas capitaneadas por amigos de quienes gobiernan.

Rajoy se hinchó como un pavo en Palencia cuando vino a inaugurar el AVE y descubrió una placa que ni siquiera era la correcta, correspondía a León. Fue una escena de sainete. Los políticos son faraónicos, se obnubilan con los grandes proyectos. Quieren dejar huella para la posteridad. El resto no vende o luce menos. Fallos como el ocurrido en Osorno dan que pensar que se busca debilitar un servicio público para en un futuro, a lo mejor no muy lejano, emprender una privatización a saco. Así están desmantelando, por ejemplo el servicio de Correos. Los sindicatos, que no están en su mejor momento, claman al cielo.

Pero obtienen la misma respuesta que el maquinista de Osorno: el silencio. Y así, entre elecciones y elecciones, entre actitudes conformistas y pasivas, entre encogimientos de hombros, se nos escapan como arena entre los dedos, unos servicios que se gestaron con un enorme esfuerzo. Y la culpa nunca la tendrá el político. Siempre el maquinista, el cartero, el funcionario… Es el reflejo del cinismo de nuestros representantes.

 
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