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La historia de Martínez-Kleiser y cómo se ganó el reconocimiento de Cuenca

En ‘Páginas de mi desván’ recordamos a este escritor “enconquensado” que tiene una calle en la ciudad, la Medalla de Oro de la provincia y fue nombrado Hijo Adoptivo de Cuenca

Acto de inauguración de la calle Martínez-Kleiser. De izquierda a derecha, Federico Muelas, Leonardo Martínez Bueno, Luis Marco Pérez, el alcalde Rodrigo Lozano y Luis Martínez Kleiser. / Revista Cuenca

Acto de inauguración de la calle Martínez-Kleiser. De izquierda a derecha, Federico Muelas, Leonardo Martínez Bueno, Luis Marco Pérez, el alcalde Rodrigo Lozano y Luis Martínez Kleiser.

Cuenca

José Vicente Ávila ahondará en ‘Páginas de mi desván’ sobre la personalidad del escritor Luis Martínez-Kleiser al que se puede considerar como el primer gran enconquensado, según apuntaban los escritores Federico Muelas y Enrique Domínguez Millán.

La historia de Martínez-Kleiser y cómo se ganó el reconocimiento de Cuenca

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Portada del libro de Kleiser &#039;Cuenca. Paisajes y monumentos&#039;

Portada del libro de Kleiser 'Cuenca. Paisajes y monumentos'

Portada del libro de Kleiser &#039;Cuenca. Paisajes y monumentos&#039;

Portada del libro de Kleiser 'Cuenca. Paisajes y monumentos'

Madrileño de nacimiento, fue escritor, doctor en leyes, folclorista, paremiólogo (disciplina que estudia los refranes, proverbios y otros aforismos), además de teniente de alcalde de Madrid, miembro de la Real Academia Española y Cruz de la Orden de Alfonso X el Sabio, entre otras distinciones. Luis Martínez-Kleiser tuvo en Cuenca y provincia importantes reconocimientos como el de Hijo Adoptivo de la ciudad en 1926, la Medalla de Oro de la Provincia y una calle tras un homenaje compartido con Federico Muelas, Luis Marco Pérez y Leonardo Martínez Bueno en 1963.

Se enamoró de Cuenca

La primera visita a Cuenca de Martínez-Kleiser se produjo en torno a 1905, cuando contaba unos 22 años, gracias a su preceptor, Félix Durango. El joven escritor, que ya era doctor en leyes, profesión que no ejerció, pues se dedicó a la carrera literaria, se enamoró de Cuenca y pasó grandes temporadas en la ciudad y recorrió la provincia, en carromatos, coches de caballos y los primeros vehículos que empezaron a circular a partir de 1912.

El obispo Feijó, de Madrid, con Kleiser camino de Los Palancares.

El obispo Feijó, de Madrid, con Kleiser camino de Los Palancares. / Ilustración Castellana

El obispo Feijó, de Madrid, con Kleiser camino de Los Palancares.

El obispo Feijó, de Madrid, con Kleiser camino de Los Palancares. / Ilustración Castellana

Recorrió la Ciudad Encantada varias veces, e incluso el Ayuntamiento de Valdecabras le puso su nombre a una plaza del encantado lugar, y Priego le rindió un homenaje en 1927. También recorrió la Hoz de Beteta, Moya, Alarcón, Belmonte, Castillo de Garcimuñoz, etc. Cuenca le gustó y gracias a sus posibles, pues ya escribía con asiduidad en varios periódicos madrileños, vivió en una casa-palacio de la calle de San Pedro, en lo que hoy se conoce como el Hotel Leonor de Aquitania, tras la remodelación del edificio. Adquirió el Hocino de la Hoz del Huécar, llamado Hocino de Kleiser, como aparece en algunas postales, que luego pasaría a ser el hocino de Federico Muelas y posteriormente de Antonio Saura, aunque se le siga llamando de Muelas.

Kleiser nazareno

Tampoco podemos olvidar los trabajos que sobre la Semana Santa dejó el escritor enconquensado en la hemeroteca nazarena.

Página 5 del diario ABC del 13 de marzo de 1927 con un artículo de Kleiser

Página 5 del diario ABC del 13 de marzo de 1927 con un artículo de Kleiser

Página 5 del diario ABC del 13 de marzo de 1927 con un artículo de Kleiser

Página 5 del diario ABC del 13 de marzo de 1927 con un artículo de Kleiser

En 1926, tras ser nombrado hijo adoptivo de Cuenca, la hermandad entonces denominada Jesús ante Anás y Caifás (hoy del Ecce Homo de San Miguel), le nombró cofrade. Al efecto, en la Semana Santa de 1928, “El Día de Cuenca” se hace eco de la presencia de Kleiser como nazareno, señalando en un suelto que “en la procesión del Silencio asistió por vez primera como hermano el inteligente y católico literato, el cantor de las bellezas de Cuenca, don Luis Martínez Kleiser, dando con ello ejemplo de amor a lo que es típico en nuestra ciudad, la Semana Santa”. Martínez Kleiser escribió también: “Calle arriba, por la cuesta trabajosa y agria, avanza lentamente una procesión; en los balcones y en las aceras se apiña la multitud, contemplativa y muda, formando cauce al cortejo piadoso; aisladas entre las sombras, brillan las lámparas mortecinas del alumbrado público, y las llamitas, temblorosas, trashumantes, pálidas, amarillas y melancólicas de los hachones que conducen los hermanos… Las fachadas de las casas parecen carátulas gigantescas, con ojos de luz; mirando hacia arriba no se ven cielo ni luna ni estrellas ni sol; sólo una faja lúgubre negrea intensamente en la altura y recorta el apagado reflejo de los edificios; se diría que hasta el cielo se ha puesto de luto”.

Entrega del cuadro-pergamino de Hijo Adoptivo de Cuenca a Kleiser en 1929.

Entrega del cuadro-pergamino de Hijo Adoptivo de Cuenca a Kleiser en 1929. / ABC

Entrega del cuadro-pergamino de Hijo Adoptivo de Cuenca a Kleiser en 1929.

Entrega del cuadro-pergamino de Hijo Adoptivo de Cuenca a Kleiser en 1929. / ABC

En esta descripción de la procesión nocturna, incluye unas palabras que son la patente de su texto, tan copiado y repetido, a veces sin citar procedencia: “Los nazarenos caminan pausadamente, metronómicamente, sigilosamente, distanciados para no pisarse las largas colas de sus túnicas, que se arrastran con grave majestad”. Ese artículo, titulado “La Semana Santa en Cuenca”, con el antetítulo de Procesiones Españolas, fue publicado el Domingo de Ramos 24 de marzo de 1929, en el número 1.975 de la revista Blanco y Negro. Desde entonces el artículo ha sido reproducido en innumerables ocasiones.

 
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