"La Guerra Civil nos robó una vida y nos quitó el pasado"

Palma de Mallorca

El respeto y el silencio envuelven la fosa de Porreres. De fondo sonido de excavadoras, picos y palas. Se estima que la fosa puede albergar restos de entre 100 y 120 personas asesinadas en un periodo comprendido entre septiembre de 1936 y finales de 1938. A unos metros de la fosa, en una de las murallas del cementerio, una escultura conmemorativa rodeada de flores nos cuenta que en ese lugar se produjeron fusilamientos. Una puerta de madera conserva orificios provocados por las balas, incluso permanecen algunas de ellas incrustadas. El reflejo del horror, 80 años después.

Durante el día desfilan familiares de las víctimas que siguen con atención los trabajos de exhumación y señalan: "aquí están, por fin tenemos una prueba de que no son desaparecidos sino que fueron asesinados".

Tomeu Palau Colom acude por segunda vez al cementerio de Porreres. Espera que los trabajos de exhumación logren identificar los cuerpos de su abuelo materno y su bisabuelo paterno. Frente a la fosa describe "rabia y pena al ver cómo están enterrados los cuerpos". Describe a su abuelo materno como "un hombre sencillo que trabajaba como jornalero en el campo y del que no hay evidencias que lo sitúen bajo el paraguas de una idea política concreta". Conserva una carta en la que su abuelo tranquiliza a su madre desde la prisión: "no sufras, no he hecho nada malo, volveré". 

Un tema que se ha evitado siempre en casa. "Mi madre", nos cuenta " ha empezado a hablar del tema hace diez días, está reviviendo lo sufrido hace ochenta años". Ha querido actuar diferente con sus hijos, explicándoles esta parte de la historia de su familia. Su hijo mayor, adolescente, "no da crédito ante tal brutalidad". A la pena y la frustración que siente, hoy, se suma la "satisfacción de poder contar la verdad de lo que ocurrió".

 Todos los familiares de las víctimas coinciden en señalar que la exhumación de la fosa de Porreres les "da la razón" y demuestra que hubo un "genocidio". Una parte de la historia que se ha intentado tapar durante 80 años. 

Joan Pons Pons es nieto de Joan Pons Alemany, miembro de Esquerra Republicana de Baleares y secretario judicial del municipio de Selva durante la República. A su abuelo le avisaron "ponte la camisa azul y pasea como un falangista", pero él se mantuvo fiel a sus ideales "hasta la muerte". Su nieto cree que no imaginaba ese final "pensaban que los meterían en la cárcel hasta el final de la guerra pero no pensaban en la muerte". No conoció a su abuelo, pero conoce "el dolor" por la pérdida a través de su padre quien siente que "le robaron su vida, su pasado".

La tercera historia está escrita a lápiz en diversas cartas enviadas desde la cárcel de Bellver. El autor, Ramón Lacomba, el depositario, su primo, Joan Lacomba. Por las cartas saben que el 9  septiembre de 1936 ya estaba en la cárcel y que pudo ser asesinado los primeros días de enero de 1937. Aprendió a leer y a escribir en prisión y sobre todo mostraba preocupación por sus padres. Pedía útiles para combatir el frío y tranquilizaba a los suyos contando "estoy bien, incluso, he engordado".

Familiares de las víctimas recorren los bordes de la fosa, a la espera de conocer la identidad de los cuerpos, que les devuelva una parte de su historia que durante décadas se ha querido enterrar.