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Los 'náufragos' de Abengoa

El que fuera buque insignia de la industria andaluza trata de salir a flote dejando a miles de personas en el camino

Trabajadores y ex presidentes de comités de empresa narran su experiencia marcada por el miedo coletivo

De izquierda a derecha, José María González, de Abeinsa EPC, Carlos Vázquez , de Abengoa Energía y Melanie Durth, de Abengoa Research / CADENA SER

Sevilla

Abengoa, la empresa de energías renovables que fue durante años el buque insignia de la industria andaluza, ha conseguido mantenerse a flote, tras desatar su deuda multimillonaria una tormenta que estuvo a punto de hundirla en el mayor concurso de acreedores de la historia. Para esquivarlo ha aligerado el peso, con la venta de su propia tecnología, y deshaciéndose de buena parte de su plantilla.

Son los 'náufragos' de esta multinacional que la próxima semana constituirá la mesa de negociación para iniciar su último plan de ajuste, que afectará a 150 empleados, dentro del plan de viabilidad que inició para su reflote. Antes se han ido otros muchos como José María González o Melanie Durth. Sin experiencia sindical, junto a Carlos Vázquez, se pusieron al frente, de la mano de UGT, de los comités de empresa de tres sociedades que se enfrentaron al miedo de sus compañeros, a la inacción de las administraciones y a sus propios despidos.

Abengoa le permitió a José María, ingeniero sevillano de 36 años, volver hace cinco años a su tierra después de demasiado tiempo trabajando en el extranjero. Y llegó a Abeinsa EPC con ilusión pero con dudas porque enseguida se percató de que la mitad de su equipo estaba formado por becarios y se trabajaba "a la carrera" sin apenas supervisión. "La sensación era una época de mucha bonanza en la que no hacía falta controlar porque nos iba muy bien", explica.

Un año antes, en 2012, Melanie llegó desde Francia a Abengoa Research, recién doctorada, con 27 años, y con el ambicioso e ilusionante reto de crear de la nada con sus compañeros un laboratorio de energías renovables. Tardaron dos años en montarlo y solo se usó unos meses porque cuando llegó la crisis empezaron a venderlo por piezas. "Los dos últimos años nos hemos dedicado a empaquetar el conocimiento e intentar venderlo", señala.

Empresa sin tradición sindical

Ambos, como Carlos Vázquez, en Abeinsa BD, decidieron dar el paso y representar a sus compañeros a pesar de la falta de tradición sindical en la compañía, en la que no había comités de empresa. "Luchábamos contra la compañía pero también contra los compañeros", explica José María, quien encontró en su mesa un cartel en el que le llamaban, entre otras cosas, "rojo".

"El perfil del trabajador no es como el de Delphi o astilleros que tienen una lucha sindical de toda la vida", explica Carlos Vázquez, quien calcula que en la mayor protesta participaron 200 empleados de los casi 3.000 que había en Sevilla.

Sus desafíos fueron muchos. Con las manos atadas por la reforma laboral, se veían obligados a firmar el acuerdo por el mal menor. Y, aunque calculan que han salido desde el inicio de la crisis 18.500 trabajadores en el mundo, más de 4.000 en España y casi un tercio de la plantilla sevillana, reducida ahora a poco más de un millar, aseguran que las administraciones han mirado para otro lado. Pero su principal enemigo ha sido el miedo arraigado en la fábrica. "Cuando hacíamos una huelga nos contaban que no se atrevían a asomarse en las ventanas", apunta José María.

Dos presidentes de comités despedidos

Melanie fue la primera de la lista de uno de los ERE con los que se desmanteló el laboratorio formado por 150 investigadores para tecnología puntera. También fue despedido José María de su empresa en la que ahora apenas quedan trabajadores. Sin embargo, no se arrepienten de haberse movilizado y se quedan con lo mucho que han aprendido de esta experiencia y de haber informado a sus compañeros que temían hacer preguntas en el departamento de Recursos Humanos. Melanie después de varios meses ha encontrado trabajo y José María estudia oposiciones para ser profesor. Y si lo consigue pretende enseñar a sus alumnos valores de solidaridad con los compañeros que no ha visto en su fábrica.

De los tres solo sobrevive dentro de la compañía, Carlos Vázquez, ahora presidente del comité de empresa de Abengoa Energía, después de hacerlo en Abeinsa BD, filial también desaparecida. Lleva 25 años trabajando en la multinacional y no es optimista porque sabe de primera mano que la Nueva Abengoa se ha dejado mucho en el camino. "La sentíamos como nuestra casa. Por delante mía ha pasado mucho talento y mucha gente que ha tenido que emigrar y mi sensación ahora es de desánimo porque he visto lo que Abengoa era y lo que se ha perdido", asegura.

 
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