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En Murcia, a principios de los años ochenta del siglo pasado, también tuvimos nuestro muerto resucitao

Escucha el 'micromentario' de la semana de Pepe Belmonte, catedrático de Literatura de la UMU

Pepe Belmonte, catedrático de Literatura de la UMU. / Cadena SER

Murcia

Un muerto se confiesa.

Micromentario/Pepe Belmonte (29-01-18)

02:10

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La noticia de estos últimos días que más me ha llamado la atención (y, supongo, que a ustedes también) es la del muerto resucitado de Asturias.

Un muchacho de 29 años al que, a punto de practicarle la autopsia, despertó dentro de una bolsa funeraria. De película. Lo peor de esta increíble historia, propia de un cuento de Edgar Allan Poe, es que el joven fue devuelto a su celda para seguir cumpliendo su condena, con lo que ha podido disfrutar muy poco de su resurrección.

En Murcia, a principios de los años ochenta del siglo pasado, también tuvimos nuestro muerto resucitao. La historia tiene su miga y sirvió para que mi amigo Abelardo Martínez de la Hoyica, funcionario de prisiones por aquel tiempo, escribiera un libro titulado “Un muerto se confiesa”.

Un pescadero de Abarán, cuyo nombre omitiremos, simuló su muerte y para ello se valió de un cadáver que robó del cementerio y al que le puso sus zapatos y su reloj antes de prenderle fuego. El fiambre, para más inri, era el de un amigo suyo que unos días antes había muerto en accidente de tráfico. Amigos hasta la muerte, que diría el otro.

El personaje estaba acosado por las deudas y decidió hacerse pasar por muerto para que su familia cobrara un seguro de vida por un valor de dos millones de pesetas de entonces, que no era poco dinero.La historia, como todas las historias, tiene su final. Vaya por delante que la propia familia se creyó a pie juntillas que el astuto pescadero había fallecido de forma tan desgraciada. Por esa razón denunció a la policía una llamada que recibió días después desde las Islas Canarias en la que alguien que, según ellos, se hacía pasar por el muerto, pedía dinero a un cuñado.

Y así fue como se destapó el engaño de este tipo cuyos huesos fueron a parar finalmente a la cárcel, acusado por violación de sepultura y por estafa en grado de tentativa.

No sé si el pillo en cuestión seguirá vivo o no. De fijo que por Abarán sí que tendrán noticias. Pero lo cierto es que los familiares tendrán que estar muy atentos en el velatorio el día que el hombre estire la pata, por si les vuelve a gastar una de sus pesadas bromas y resucita de nuevo, superando así al mismísimo Jesucristo.

Pepe Belmonte

 
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