Al Carnaval, de cerditos

Santa Cruz de Tenerife

Ha estallado el Carnaval en la calle; como si hubiesen reventado las paredes de una presa, dando paso a la riada. La creatividad, la deshinibición y el despiporre, todo junto en un imparable chorro a presión...

 A fin de cuentas, todo está más que previsto. Las Navidades sustituyen a la fiesta ancestral que prometía el regreso del Sol, para ayudar a pasar el mal trago de esos días cortos y deprimentes. Y los Carnavales están para olvidar lo mal que lo hemos pasado en la cuesta de enero... adaptando las bacanales.

¿Por qué no? Si la psicología del pueblo es más simple que el mecanismo de un chupete, ¿cómo resistir a la tentación de tenerlo controlado?

 El ciclo natural de la vida se retoca un poquito y queda mono; el ser humano se adapta y lo asimila como si nunca hubiera conocido otra cosa...

 La preparación del desenfreno debe de habernos distraído a todos del aviso de que vayamos ahorrando si es que queremos comer de viejos. Porque si no, lo lógico habría sido echarnos a la calle con un poco de peor leche...

 Allí nos habríamos encontrado al presidente, disfrazado de Mariano I el Cruel, y puro en ristre, aconsejándonos rellenar céntimo a céntimo nuestros cerditos. Y eso precisamente la misma semana en que el programa de Évole nos hace mirar con sospecha jamones y chorizos...

 En fin, sigamos bebiendo para olvidar...