¿Adiós a la clase media?

Huelva

¿Adiós a la clase media?

Cuando las cifras económicas muestran el incesante aumento de la brecha entre los más ricos y los más pobres es momento de pararse a reflexionar hacia dónde camina nuestra ilusoria sociedad del bienestar. De los aproximadamente cinco mil millones de seres humanos, solo 500 millones (es decir un diez por ciento) viven con "ciertas" comodidades, los otros 4500 millones solo tratan de sobrevivir en su pobreza. En otras palabras, unos 34 millones de personas (menos del 1% de la población) se reparten casi la mitad de la riqueza global, mientras que el 71% de la población tiene que conformarse solo con un 3% de esa riqueza. Las cifras dan vértigo. La clase media, ese colchón social que tiene sus inicios en el siglo XVIII, y que se materializa en el XX con la era industrial, un sector de la población que ha mediado entre los más ricos y los más pobres, está a punto de desaparecer; el mejor indicador de ello es la progresiva disminución de la protección social que proporciona el estado de bienestar. Los gobiernos destinan cada vez menos recursos a sanidad, educación y dependencia, aunque nos hagan creen lo contrario y es posible que esta tendencia continúe en el tiempo, sobre todo si la política sigue siendo la bajada de los impuestos. Desde luego, la lectura de libros como el Homo Deus, de Yuval Harari, nos invitan a pensar que hemos estado protegidos en la medida que nuestra mano de obra era necesaria para la consecución de los logros de las clases más ricas, y que la incorporación masiva de inteligencia artificial y nanotecnología en nuestro sector productivo nos hará prescindibles. Sea o no realidad este vaticinio, lo cierto es que ese sueño que una gran parte de la sociedad tuvo una vez de gozar de un trabajo digno y, a la vez, poder disfrutar de los logros económicos de ese trabajo en el tiempo de ocio, puede estar a punto de desaparecer. Ni siquiera la esperanza de que la renta básica universal sea alguna vez realidad ayuda a disipar las dudas, pues ello no conlleva un reparto más equitativo de la riqueza. Es posible que aún estemos a tiempo de reaccionar.