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EL ENFOQUE

Sobre la división en la Ejecutiva del PSOE canario

EL ENFOQUE 20 FEBRERO

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Santa Cruz de Tenerife

Ángel Víctor Torres comprobó ayer en sus propias carnes que en su propia ejecutiva, la que él nombró, ya no es tiempo de unanimidades. El presidente del partido, José Miguel Rodríguez Fraga, votó contra la propuesta de que Rafael Yanes sea designado por el Parlamento para ocupar la plaza de Diputado del Común, sustituyendo a Jerónimo Saavedra. Fraga quería para el puesto a Maria Dolores Pelayo, la candidata de Patricia Hernández, aunque ni siquiera llegó a proponerla, porque el antaño todopoderoso alcalde de Adeje, ex secretario general del PSOE tinerfeño, sólo contó en la ejecutiva con el voto de uno de sus leales, José Luis Delgado. Ángel Víctor optó por apoyar al más sanchista de los tinerfeños –Rafael Yanes- después de que su candidato –José Segura- fuera vetado por el mandamás en la sombra del PSOE lagunero, Pedro Ramos.

Les aburro con estas maniobras orquestales, no porque sea especialmente relevante quien decide el PSOE que pase a ocupar la Diputación del Común, una entidad que debería ser para un jurista imparcial (Saavedra tuvo que renunciar a seguir afiliado, y Yanes tendrá que hacer lo mismo). Les aburro, en fin, porque lo sucedido en la ejecutiva de ayer pone de manifiesto dos cosas que definen hoy la realidad del socialismo español –y del canario-. Una es el lastimoso estado de postración orgánica, parálisis política y liderazgos cuestionados que el sistema de primarias generalizadas (tanto para los puestos públicos como para los cargos orgánicos) ha logrado trasladar al PSOE. La otra es la eclosión pública de esas diferencias especialmente cuando se trata de repartirse cargos y canonjías.

Los partidos políticos –no sólo el PSOE- se han convertido en los últimos años en organizaciones sin gran influencia social ni empuje trasformador que ocupan la mayor parte de su tiempo y esfuerzo en cuestiones orgánicas, organizativas y electivas, y por ende se constituyen en meros proveedores de cargos públicos. Votaciones para decidir quien manda en el partido y para decidir a quienes se coloca en los puestos públicos disponibles, para premiar a los que mandan o a quienes apoyan a los que mandan, consumen hoy el tiempo antes reservado al debate político y la elaboración de propuestas. Es una desgracia, pero es así. Afecta también a los nuevos partidos, los que nos iban a traer la regeneración democrática. Y no parece que la situación pueda cambiar en un futuro próximo.

 
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