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Tarancón

Parada en la calle de un poeta que amaba Tarancón y a los poetas taranconeros

En 'Callejeando por Tarancón', Gema Garrido recuerda al poeta Carlos de la Rica, su biografía y aportaciones a la provincia

Carlos de la Rica / RACAL

Tarancón

'Callejeando por Tarancón' ha estado dedicado esta semana a la calle Poeta Carlos de la Rica. Como ha explicado en Hoy por Hoy Tarancón la autora de este espacio, Gema Garrido, esta es una vía que va desde la Calle Molinos de Viento hasta la Calle Pablo Neruda, en la zona de la Peña del Águila.

'Callejeando por Tarancón' con Gema Garrido (06/08/2018)

15:03

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BIOGRAFÍA

Carlos de la Rica Domínguez, era hijo de un militar y nació en Pravia (Asturias) en 1930 pero, cuando apenas contaba con dos años de edad, su familia se trasladó a Cuenca. 

En un artículo publicado en ABC en el año 2012, el escritor Amador Palacios explicaba que el padre de Carlos estaba ligado al ámbito liberal y progresista afín a las ideas republicanas y que, en los primeros meses de la guerra, murió a manos de las tropas moras aliadas al bando nacionalista, y no se supo el paradero de sus restos.

Según el poeta taranconero Carlos Morales, ese terrible acontecimiento dejó en el espíritu de nuestro protagonista “una herida permanente, que ni siquiera la extrema religiosidad de su hogar materno logró, ni mucho menos, cauterizar, y que acabó convirtiéndose en el motor más temprano de su ya para siempre radical antifranquismo”.

En el otoño de 1946, Carlos de la Rica ingresó en el Seminario de San Julián en Cuenca, y se ordenó sacerdote diez años más tarde, en 1956. Fue párroco en el pueblo de Carboneras de Guadazaón (Cuenca) durante más de 40 años y su vocación siempre estuvo encaminada hacia el encuentro de un “Dios de alegría exuberante”.

Religiosamente fue absolutamente liberal, cimentando su cultura y su convivencia con los demás en el pensamiento cristiano. Tenía hermosos poemas dedicados a la figura de Cristo, pero también admiraba la civilización grecorromana y el judaísmo, e incluso formó parte, junto al padre Javierre, de la Asociación de Amigos del Pueblo Judío. Además tenía un pequeño “sagrario” con elementos litúrgicos judíos, como un rollo de la Torá con el que oraba en hebreo diariamente.

Tenía un carácter atípico. Un ejemplo de ello narrado por Morales es que Carlos de la Rica jamás consintió en rogar a Dios en ‘sus misas’ por el que llamaba ‘El innombrable’ y ni siquiera las presiones de sus obispos “lograron hacerle transigir”.

Era un gran aficionado a los viajes y, en más de una ocasión, al fallecer alguien del pueblo tuvo que acudir a uncir al difunto un cura de guardia, ya que él se encontraba en Estambul, Moscú, Cartagena de Indias o en su querida Barcelona.

Tenía una personalidad singular y fecunda: apoyó el reformismo del Concilio Vaticano II, era monárquico y participó de manera activa en los movimientos sociales de oposición al régimen franquista.

De la Rica fue invitado a la boda de los Príncipes de España, Juan Carlos y Sofía, celebrada en Atenas en 1962 (dicen que hay fotos que lo atestiguan) y también se le pudo ver visitando a Don Juan en Villa Giralda, en Estoril (Portugal). En su abarrotada casa se encontraban símbolos hippies, miles de libros y retratos de sus amigos, como el Conde de Barcelona.

EL TORO DE BARRO

Carlos de la Rica llevó a cabo una intensa labor literaria y en 1965 fundó una modesta editorial, a la que llamó El Toro deBarro. Es la segunda editorial más antigua de España, junto a la prestigiosa colección Adonais lanzada por el sello RIALP, y una de las diez más antiguas del mundo dedicada en exclusiva a la poesía. En sus fondos hay obras de Ángel Crespo, Gabino Alejandro Carriedo, Eduardo Chicharro Briones, Carlos Edmundo de Ory o Rafael Talavera.

En la década de los ochenta, la editorial tuvo una significativa labor y De la Rica convirtió a Carboneras de Guadazaón en sede de importantes encuentros culturales a los que acudían destacados poetas españoles, como Gerardo Diego. También celebró representaciones teatrales que él mismo dirigía.

Su dedicación principal fue la poesía, pero también cultivó otros géneros afines, como el teatro, la narrativa, la columna periodística, la conferencia, la crítica literaria y el pregón, también se atrevió con el grabado, el dibujo y la pintura. Como curiosidad, decir que los frescos de la iglesia de Carboneras están realizados por él.

Entre su numerosa producción destacan títulos como El mar, La casa, Edipo el Rey, La salvación del hombre, Poemas junto a un pueblo, Roma, Poemas de amar y pasar, Columnario de cuenca, Oficio de alquimista, Loa y elogio de las cosasde Cuenca, Ciudadela, La razón de Antífona, Yad Vashem o Juegos del Mediterráneo. Una novela suya de 1968, Los dioses de Rosas, aún permanece inédita. Colaboró en las revistas Deucalión y El Pájaro de Paja.

El 25 de marzo de 1983, Carlos de la Rica pronunció el Pregón de la Semana Santa de Cuenca en la Iglesia de San Miguel.

CARLOS MORALES DEL COSO

En una entrevista publicada en 2014 en Artecarivano, un blog que se dedica a la difusión de las artes y la cultura en la red, Carlos Morales recuerda cómo conoció a Carlos de la Rica: “Un día, a comienzos de los años ochenta, cogí mi guitarra y me lancé a los pueblos de mi tierra a leer poemas porque sólo quería hacer una revolución y salvar el mundo. Duraban los recitales lo que una botella de vino peleón. Un día, de tanto vino tuve un accidente, y vino al hospital a verme uno de los poetas cuyos versos leía, Carlos de la Rica. Él era el fundador de El Toro de Barro, con el que inicié allí una amistad que no moriría nunca. Fue el que me publicó mi primer libro de poemas, “Palabras de tierra y vino”, allá por 1982, en la que busqué integrar el respeto por el lenguaje poético que él me aconsejaba y mi pasión por ser testimonio de lo que veía…”

También en esa entrevista, Morales explica cómo se convirtió en el albacea de Carlos de la Rica: “En agosto de 1997, mi primer editor, Carlos de la Rica, me llamó en su último día de lucidez vital para pedirme que llevara adelante su sueño editorial, El Toro de Barro. Y no me dio tiempo a pensarlo. Le dije que sí, por amor a él, y sólo por amor a él, al amigo ya muerto”.

La editorial se mantiene en activo, aunque ubicada en Tarancón, dirigida por Carlos Morales, que escribió “El canto de lacreación”, dedicado a la obra y vida de su amigo.

LA RACAL

Carlos de la Rica fue miembro de la comisión gestora que promovió la Real Academia Conquense de las Artes y las Letras (RACAL) en 1977 y cuyo germen se había gestado en diciembre de 1969. También fue su primer presidente en 1984, cuando aún era asociación. En 1985 se nombró una comisión para conseguir el título de Real Academia, cuyos integrantes fueron Carlos de la Rica, Dimas Pérez Ramírez, Enrique Domínguez Millán, Raúl Torres y Gustavo Torner.

Su trabajo dio pronto frutos y el 13 de noviembre de 1986 se celebró la primera reunión formal ya como Real Academia. En nombre de todos los académicos pronunció el primer discurso como miembro de la nueva entidad el antes presidente de la asociación y a partir de ese momento director de la misma, Carlos de la Rica, cuyo título fue “La aportación castellano-manchega a las Letras de España”. De la Rica permaneció al frente de la Real Academia hasta su muerte.

Polifacético y entusiasta, rara era la aventura literaria emprendida en Cuenca en la que no anduviera metido. Falleció el 3 de septiembre de 1997.

HOMENAJES

El Ayuntamiento de Tarancón, en un Pleno celebrado el 27 de junio de 1997, acordó por unanimidad dedicarle una calle a D. Carlos de la Rica. La propuesta estuvo “fundamentada por su aporte intelectual a nuestra provincia, su humanidad y, sobre todo, su demostrado afán por nuestros poetas taranconeros y su amor a Tarancón”. Ahí también se decidió que la calle se ubicaría “en una zona de gran desarrollo urbanístico a muy corto plazo, en el área comúnmente denominada Peña del Águila y para su inauguración se celebrará un acto literario dentro del próximo mes de septiembre”.

En un programa especial con motivo del 20 aniversario de la muerte de Carlos de la Rica, emitido en “Hoy por hoy Cuenca”, el año pasado, Enrique Domínguez Millán, escritor y periodista conquense, contó que su faceta más definitoria, fue la de sacerdote “en contra de lo que se cree en Cuenca, por su personalidad poco convencional, no se le ha tenido por un sacerdote ejemplar, como fue”. Ahí puso en valor que a pesar de que Carlos tuvo oportunidades de salir deCarboneras de Guadazaón “y ocupar puestos de mayor relieve en el mundo cultural y en el mundo religioso”, él no se movió, ni fue removido por ninguno de los obispos de los que dependió, “tan opuestos como don Inocencio, que le adoraba, o como Guerra Campos que le respetaba hasta el máximo, porque la labor pastoral de Carlos en Carboneras fue intachable y admirable”.

Domínguez Millán recordó que “Carlos de la Rica era una paradoja en todo. Era un católico a ultranza y sin embargo era un adorador del mundo judío; era un castellano íntegro, pero todo lo que se refería a Cataluña le apasionaba; era un monárquico recalcitrante, al cual recibía Don Juan en Estoril y, al mismo tiempo, ponía flores en la tumba de Pablo Iglesias. Carlos era una paradoja constante al cual se le comprende pero en muchas cosas no se le entiende. Se entiende con lacabeza y se comprende con el corazón. Todos los que hemos sido amigos de Carlos le comprendíamos con el corazón, pero muchas veces no conseguíamos entenderle”.

 
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