De repente, un extraño

Vigo

Un gol y 3 asistencias en 45 minutos. No es Messi el que lo hizo, fue Iago Aspas. Mientras, el debate sigue siendo si Morata va ir al Mundial seguro o no. No lo convocó Lopetegui para esta penúltima lista pero las voces siguen diciendo: tranquilos que va a ir, seguro. Incluso se le preguntó a Antonio Conte en el Camp Nou por qué Morata no era titular en el Chelsea. La respuesta, en su día, no gustó demasiado o no se le dio demasiada importancia: “recuerden que Morata era también suplente en el Real Madrid y en la Juventus”.

El otro debate se centró durante estos días si tenía que ser Rodrigo el delantero titular o Diego Costa. Rodrigo salió contra Alemania y marcó un gol tras una asistencia maravillosa de Iniesta. Diego Costa salió de titular contra Argentina en el Wanda, su casa, y también marcó el primer gol en uno de los pocos balones que tocó. Mientras, en la concentración de España, en el banquillo en Alemania y en el banquillo del Wanda, había un chaval de Moaña que, el pobriño, juega en el Celta, no hace ruido, no protesta (fuera del campo) y que, ya con ir al Mundial, que se dé con un canto en los dientes. De esos debates del nueve, por supuesto, se obvia que fue el Pichichi nacional la pasada temporada y que es el Pichichi nacional en la presente. Eso son detalles sin importancia. Ayer revolucionó el partido, marcó un gol, dio 3 y tuvo un par de situaciones para poder haber liado la mundial y que Sampaoli tuviese que emigrar a Perito Moreno a su vuelta a Argentina.

Iago Aspas es el Michael Keaton de De repente, un extraño. En la película de John Schleisinger, Melanie Griffith y Matthew Modine eran, en teoría, los protagonistas. Eran el matrimonio feliz que alquila su casa a Keaton que, poco a poco, minuto a minuto, va devorando con su interpretación al resto de los protagonistas. Su personalidad y su talento arrasa. Me dijo una vez un director de cine que tener buenos secundarios es un lujo salvo cuando en la crítica de la película lees esa frase tan difícil de administrar: el actor de reparto se comió al protagonista. Y eso fue lo que hizo Iago Aspas ayer en el Wanda. El debate era Rodrigo o Costa y el anexo pasaba por si Morata dentro o fuera. Del de Moaña pocos se acordaron. Después de los tres pases de gol y de su gol, por lo menos a alguno se le pasará por la cabeza el pensar: pues este pobriño la verdad es que tiene mérito. Mira, igual en el debate del nueve el chaval este que, de vez en cuando, hace cosillas en el Celta lo está intentando.

Iago Aspas es el Javier Gutiérrez de la Selección. Este año, cuando el ferrolano ganó el Goya al mejor actor principal en el mano a mano con Bardem, a nadie le sorprendió pero sí que algún titular destacaba más que no lo ganase Javier Bardem a que lo ganase ese pobriño de Ferrol. No sorprendió tanto, primero porque el ferrolano viene avalado por sus premios y reconocimientos desde la Isla Mínima; segundo porque su interpretación en El Autor es puro talento, es majestuosa. Ya nadie se lo discute pero el debate se va más a nombres más internacionales, de más glamour o peso. Gutiérrez se lo tiene que ganar todo más a pulso porque no viene desde los EEUU a la gala para ver si puede prestigiarla con su presencia y con su premio. Pero antes de la Isla Mínima o incluso cuando consigue el ferrolano en 2015 la Concha de Plata, el Premio Feroz y el Goya por su papel de Juan Robles, ahí si que chocaba más. Nadie esperaba que ese secundario de lujo, teatral, televisivo y escasamente cinematográfico, acabase “devorando” a otros actores. Cuando este año recogió su Goya, Gutiérrez recordó su pasado fuera de las alfombras rojas y de los reconocimientos: le dedicó el premio a todos esos actores y actrices que no son capaces de encontrar un papel, que no son capaces de trabajar con regularidad en una profesión tan complicada. El gallego se quiso acordar de ellos porque él tuvo que pasar por ahí antes de tener su oportunidad teatral en Animalario o de su salto al cine en El otro lado de la cama. Gutiérrez juega en el Celta o en su Racing de Ferrol pero da la batalla a los cracks del Barça o del Real Madrid.

Iago Aspas es el Luis Tosar de Los Lunes al sol. Aspira al mejor actor de reparto y, a la sombra de Bardem, hace un papel espectacular y “se come” al protagonista principal. Gana su primer Goya al actor de reparto. Al año siguiente ya consigue el Goya al mejor actor por Te Doy mis ojos y, en 2010, Malamadre y Celda 211 lo consagraron. Dejó de ser el galleguiño ese que lo hace bien y pasó a ser uno de los mejores actores del cine español. Con menos prensa porque tampoco le gusta, con menos padrinos pero con mucho talento. Sigue costando muchas veces que, a la hora de citar a bote pronto, los mejores actores del cine español salgan los nombres de Gutiérrez o Tosar. Cuesta que Aspas entre en los debates del nueve. Ya con entrar es un premio. Lo importante es participar.

El de Moaña demostró ayer que, a la mínima que se despisten en el debate, puede hacer pensar a su director que ese actor secundario le puede hacer más grande la película. No creo que Lopetegui tema o le preocupe que la crítica diga que el actor secundario Aspas se comió a los protagonistas Morata y Diego Costa. Aspas no costó ni 80 millones de euros ni 70. Ese puede ser un problema. Ni jugó en el Madrid ni juega en el Atlético de Madrid. Él juega en el Celta y se está estudiando el guión; no para de trabajar y de ensayar con un fin claro: Aspas quiere tener un papel en la película del Mundial. Después la crítica será la que diga si merece algún premio o no lo merece. Iago Aspas ayer nos dejó la primera de sus interpretaciones: fue el Michael Keaton, el inquilino incómodo y talentoso de De repente un extraño. El tiempo dirá si a Aspas le llegará un papel protagonista de Juan Robles o de Malamadre. Talento para ello tiene. Y números también.