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Las contradicciones de la pasión por la Semana Santa

El Aguijón de Teo León Gross: 'Las contradicciones de la pasión por la Semana Santa'

El Aguijón de Teo León Gross: 'Las contradicciones de la pasión por la Semana Santa'

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La Semana Santa cumple un año más el rito, y como siempre entre contradicciones. Es lógico. No podría ser de otro modo cuando se hace coincidir la conmemoración de la pasión y crucifixión de Jesucristo con la fiesta de celebración de la primavera, o sea, la muerte y la vida. La Iglesia aprovechó las festividades paganas para sus hitos –ubicando la Navidad en el solsticio de invierno, la Semana Santa en la conmemoración de la primavera, San Juan en el solsticio de verano– para atraer el éxito popular. Y así ha perdurado. De otro modo sería difícil de explicar. En definitiva en las calles hay más júbilo por el final del invierno que dolor penitencial. Y sobre todo en Andalucía, con el sincretismo de sus culturas mediterráneas. Otra cosa es la sobriedad castellana, pero aquí la Semana Santa sin duda es una fiesta, tanto como el París de Hemingway.

Por supuesto, hay también un carácter religioso, para muchos profundo. Y por cierto, esa religiosidad también delata contradicciones, al menos políticas. En este Estado aconfesional, donde el laicismo es una lenta conquista, la Semana Santa abochorna con algunos excesos oportunistas. Hasta cierto punto, nadie podrá reprochárselo a la derecha, tan dada a entregar medallas públicas a las cofradías a las que han convertido en poderosos lobbies. Zoido o De la Torre no ocultan su condición de capillitas, pero ya se hace más raro ver al joven Cassá compitiendo en campanadas. Pero no digamos lo de ver a multitud de dirigentes socialistas en el éxtasis de los viacrucis, como aquella imagen de Susana Díaz con el Cristo de la Buena Muerte. Nadie se resiste a la fuerza electoral del fervor popular, aun a riesgo de poner sus convicciones en almoneda. Pero, ah, ¿qué sería de la Semana Santa sin sus contradicciones?

 
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