Sociedad
El Estilita

Metacapacitado

A Coruña

El móvil zumbó a las siete de la mañana. Permanecí en cama un buen rato tratando de fingir que no había oído nada, pero la última vez que había sonado a esa hora, fue para informarme de que una joven había muerta ahogada en Riazor, así que alargué la mano y miré la pantalla con un ojo legañoso: era un mensaje de una persona con movilidad reducida o con diversidad funcional. No lo había llamado así en el titular del periódico del día, donde había empleado el término "minusválidos". En el mensaje aseguraba que era "muy ofensivo". Mi jefa me lo había advertido, pero yo había replicado que hablar de sensibilidad en un lugar donde todos los accesos tienen escalones es pura hipocresía. Había pensado que publicar una noticia denunciado los problemas de aparcamiento de las personas con movilidad reducida demostraba sensibilidad, pero no era así. Me había equivocado. Me pasa a menudo.

Una hora después, me desperecé, me levanté y puse la cafetera. Afuera, el mundo era gris y lluvioso. Todavía era demasiado temprano para mí, pero siempre hay que estar dispuesto a la pelea. Llamé al tipo, que me contestó enseguida. Le expliqué la verdad: que no había tenido intención de ofenderle y que si había usado la palabra "minusválido" había sido únicamente porque encajaba mejor en el titular. "Eso no me sirve", me respondió y se lanzó a una larga explicación: había sufrido una lesión que le había dejado en silla de ruedas unos años. "Al principio yo también utilizaba la palabra minusválido", me confesó. Pero luego, poco a poco, fue dándose cuenta de que era un término peyorativo, que significa que las personas con movilidad reducida "valían menos". En cambio, a las personas mayores con movilidad reducida no les parecía ofensivo, porque habían crecido con ese término. Le prometí que intentaría escribir "discapacitado" la próxima vez, pero tampoco le valía: "Es persona con discapacidad, porque mi discapacidad es algo que tengo, pero no me define". Según él, las personas con discapacidad solo hacían las cosas de forma distinta de los no discapacitados, nada más. "El bordillo de la acera es una barrera que me han puesto", añadió. El mismo hombre que el día anterior se quejaba de que no podía subir con la silla de ruedas por la ronda de Outeiro, o la de Nelle, o la calle de La Torre, o la avenida de Monelos, porque la cuesta era muy pronunciada, insinuaba ahora que todo su problema se reducía a que la sociedad no estaba lo suficientemente concienciada como para allanar colinas.

Y, por supuesto, el lenguaje era otra barrera: "El lenguaje es muy poderoso, como periodista lo sabes mejor que yo". Tras oír aquello, lamenté no haber esperado a tomar el café para hacer la llamada. Estaba ante otro de esos entusiastas del lenguaje inclusivo que confunden la semántica con la quiromancia y la semiótica con la geomántica, que creen que los problemas se solucionan cambiándole el nombre, como un truco de magia. "Yo uso el término 'metacapacitado' en mi blog. Creo que es el término más adecuado, es el que intento promocionar aunque solo me leen cuatro personas". Me froté los ojos y me obligué a mi mismo a recordarme que había llamado para disculparme. Metacapacitado. Abracadabra.

No. No creo en el poder del lenguaje, igual que tampoco creo que dialogar sirva para nada, sobre todo con alguien que ha abrazado una causa. Aquel sujeto poseía la fe del converso, había abierto los ojos y descubierto el pecado a su alrededor, un montón de cosas que antes le parecían normales ahora le resultan ofensivas y, curiosamente, esa certeza le hacía sentirse liberado. Él sabía que nadie pronunciaba la palabra "minusválido" como un insulto, que en el diccionario era sinónimo de "discapacidad" pero lo comparaba con la palabra "maricón", a pesar de que esta última tenía unas connotaciones distintas. Era inútil hablar con él, como con cualquieraque de verdad cree que algo tan subjetivo como los sentimientos personales son una buena medida para juzgar las cosas.

Le dije simplemente que no estaba de acuerdo con él pero que trataría de tener más cuidado con mi vocabulario cuando escribiera. Él me lo agradeció y colgué. Pero, ¿sabes?, creo que también voy a tener más cuidado con cómo me expreso. Siempre me han tachado de raro, antisocial y ofensivo, y siempre he pensado que el problema es de los demás, pero ahora creo que puede ser un problema mío.

 
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