Imputadas tres trabajadoras de un colegio de educación especial de Getafe por malos tratos a un niño con autismo
Las grabaciones aportadas al sumario muestran como los profesionales del centro le inmovilizaban, le amenazaban con tirarle agua por encima o pincharle en el culo, se burlaban de él y de sus ecolalias propias del autismo y lo castigaban solo en el pasillo a pesar de su tendencia documentada al escapismo
Madrid
Eduardo pasó solo tres meses en el Colegio de Educación Especial Santiago Ramón y Cajal de Getafe, un centro público, en el que se matriculó para cursar 1º de Primaria tras pasar por otros centros ordinarios. Sus padres aseguran que es un niño alegre, que a pesar de su autismo nunca había cursado conductas violentas, hasta que comenzó las clases en este centro. "Como todos los niños tenía rabietas, se angustiaba o se obsesionaba con algo, pero esa impulsividad y esa agresividad que vimos en él, la ansiedad que sufrió, la vimos a las semanas de comenzar las clases", cuenta Montse, la madre de Eduardo.
Este es el trato que recibía Eduardo en clase
00:54
Compartir
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
<iframe src="https://cadenaser.com/embed/audio/460/001RD010000004994693/" width="100%" height="360" frameborder="0" allowfullscreen></iframe>
Notaron un cambio brusco en su conducta, no quería ir al colegio, le daba miedo ir al médico, y sus padres decidieron colocarle un dispositivo de grabación oculto entre su ropa para conocer qué pasaba en el colegio. Llevó cuatro días la grabadora hasta que el centro la descubrió y después no volvió a pisar este centro. La familia escuchó las grabaciones y constató el trato que estaba recibiendo Eduardo por parte de su tutora, la profesora de apoyo, la auxiliar de enfermería y por parte del personal del comedor del centro. Le inmovilizaban, le amenazaban con pincharle en el culo si se portaba mal, con tirarle agua encima, se burlaban de su forma de comunicarse con los adultos (repitiendo en ocasiones las ecolalias típicas del autismo) y lo castigaban solo en el pasillo a pesar de su tendencia documentada al escapismo.
Unos días antes de esas grabaciones y de dejar de asistir a clase, un médico especialista en psiquiatría del Marañón certifica que Eduardo sufre desde hace semanas "episodios recurrentes sin claro desencadenante de alteraciones del comportamiento [...] con marcada inquietud y autolesiones". A los pocos días de dejar las clases ingresa en el hospital Niño Jesús, donde estuvo quince días hospitalizado, y de donde salió con medicación.
La familia se pone en manos de un abogado y la denuncia llega al juzgado de primera instancia e instrucción número 1 de Getafe. El juez llama a declarar como investigadas a la tutora de Eduardo, a otra profesora de apoyo y a una auxiliar de enfermería del centro. Las tres, en su declaración judicial, aseguran que no ha habido ánimo de maltratar al menor y que actuaron en todo momento siguiendo las técnicas indicadas en un protocolo elaborado por el colegio. El propio centro asegura en un informe remitido también al mismo juzgado que desconoce en qué consisten las medidas de bloqueo que denuncia la familia hacia el menor, "ajenas a nuestra intervención". La familia también niega que fuera informada de esas prácticas: "No, nunca nos informaron. Nos decían que no hacía caso, que se levantaba, que se portaba mal, pero no nos decían que es lo que hacían ellos, cómo intervenían", explica la madre de Eduardo.
"Es maldad", asegura Montse de forma tajante, "es hacer daño gratuitamente y a un menor". Según la madre, "se mofan de él y eso no es falta de formación, es maldad, y encima de un niño con una discapacidad". "A un niño no le puedes amenazar con que si se porta mal le vas a pinchar, o que le vas a echar agua por encima, o que si le calientas la comida y no se la come se la tiras por la cabeza", explica esta madre, "realmente lo que cogen es miedo y no entienden lo que les estás pidiendo, no le das un modelo positivo, es contraproducente para niños con autismo y sin autismo".
La familia, además, se siente abandonada por la administración educativa y por la Comunidad de Madrid. "Nos hemos sentido solos y abandonados", confiesa Montse, "a mi hijo no le han protegido". No recibieron respuestas por parte de nadie más allá de la citación que recibieron por parte del colegio que quiso abrir un expediente a los padres después de que Eduardo dejara de asistir a clase y quiso interrogar al menor por absentismo. La inspección educativa no movió ficha a pesar de que la familia también les comunicó lo que estaba ocurriendo.
Desde el pasado mes de febrero, Eduardo tiene otro cole, también de educación especial. "Va poco a poco", confiesa su madre, aunque ha superado el periodo de adaptación. Tras la experiencia que ha pasado, "para él el colegio ahora mismo es algo agresivo, sigue con miedo a separarse de nosotros". Eduardo sigue tomando medicación. La familia está a la espera ahora de que un médico forense evalúe su estado actual como parte del procedimiento abierto por el juzgado.