Sociedad

La virtud está en el centro del campo

La reflexión de Ana Díez, médico de familia

OPINIÓN | La virtud está en el centro del campo

OPINIÓN | La virtud está en el centro del campo

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La verdad es que no entiendo mucho (o, más bien, nada) de fútbol, pero sí sé que un futbolista que juega como extremo es el que se sitúa en la banda o lateral del campo y cumple la función de ataque. En cambio, un centrocampista o medio se encuentra en el centro del campo de fútbol y tiene como funciones dar pases a los delanteros, responsables casi siempre de meter los goles. A mí me gusta ser de estos últimos, de los que meten goles. Y no juego al fútbol.

Quizás porque soy la tercera de cuatro hermanos, soy, o he sido siempre una persona emocionalmente equilibrada. Y considero que en el equilibrio, vamos, en el centro del campo, está la virtud y la salud. No es aconsejable exagerar ni cuando tenemos el viento a nuestro favor ni cuando lo tenemos en contra. En cualquier momento, una ráfaga de viento puede cambiarlo todo y nos quedaremos hundidos. Con esto no quiero decir que no tenga que alegrarme y expresar mi alegría cuando es necesario ni mi tristeza o mi rabia en los casos contrarios. Si fuera así, pensaría que soy de piedra, que ni siento ni padezco. Y, desde luego, no es así.

Ahora, que tanto se habla de la inteligencia emocional, de la capacidad para manejar las emociones, todos deberíamos aprender a controlarnos, a no dejarnos llevar por ninguno de los extremos emocionales, a intentar mejorar día a día.

En realidad, son las emociones y nuestra forma de expresarlas las que van modulando nuestra forma de ser y van conformando nuestro carácter. En las situaciones extremas decimos, o incluso hacemos, cosas de las que luego nos arrepentimos. Aunque lo justifiquemos con la frase es que estaba pasando un mal momento. Posiblemente, la gente contra la que hemos descargado no tenía la culpa. Pero claro, suele ser la gente que tenemos más cerca física o emocionalmente. Afortunadamente, también suelen ser los que nos van a perdonar más fácilmente porque saben que en ese momento no éramos completamente dueños de nuestros actos.

Ser extremista no es bueno en ningún aspecto de nuestra vida. Constantemente vemos las consecuencias tan negativas que tiene este extremismo en la religión, en la política, en cualquier asunto. Cuando este extremismo se expresa en grupos numerosos, puede incluso convertirse en violencia. Y, si el extremismo como ideología no es bueno, mucho menos lo es la violencia, que nunca lleva a ningún buen puerto.

Y lo cierto es que entre el blanco y el negro hay una infinita gama de colores y tonalidades. Entre el todo y la nada hay un amplio rango de posibilidades en las que podríamos quedarnos y que facilitarían enormemente las relaciones entre nosotros.

Debemos intentar llegar a acuerdos aunque tengamos que ceder algo de nuestras ideas y pensamientos. Pero algo, ¿eh?, no hace falta que sea todo, porque si no nos habrían convencido aun sin razón.

 
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