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Margareto y el cine en Palencia

El comentario de Juan Francisco Rojo

Margareto y el cine en Palencia

Margareto y el cine en Palencia

Palencia

Ahora que suelen llegar noticias de cines que cierran e incluso de localidades con un número importante de habitantes que se quedan sin salas de exhibición, conviene recordar una historia. Tiene como protagonista a un empresario cinematográfico venido de Medina de Rioseco. Seguro que a muchos os suena. Se llamaba Osmundo Margareto y hasta tiene una calle en la ciudad. En un momento dado, este empresario se encontró en la encrucijada de remodelar el cine o venderlo.

Por aquel entonces, la edificación, en pleno centro de la capital, la calle Colón, era golosa para los constructores o para especuladores inmobiliarios. Corríamos el riesgo de convertir un local que es historia de Palencia en un centro comercial, un bingo, o Dios sabe qué. La reforma que había que acometer era millonaria, y en un momento en el que el negocio del cine se tambaleaba acosado por la piratería, aún lo está, y por otros formatos visuales. En el caso de Osmundo se impuso el cine, el sueño, la continuidad de un negocio en el que implicaba a gran parte de su numerosa familia.

Y aquella reforma costó dinero, pero también sangre, sudor y lágrimas. Lo de las lágrimas es literal. Todavía recuerdo cómo el bueno de Osmundo tuvo que afrontar en los juzgados una demanda de un vecino por ruidos. El empresario, después del dinero desembolsado, arregló el problema y el caso se archivó. Hasta llegar ahí, él y su familia vivieron una situación de enorme disgusto. Ahora veo a sus hijos, en estos momentos de forma especial a Javier, siguiendo con el negocio, organizando espectáculos en otro tiempo impensables para Palencia, y me imagino a Osmundo muy feliz.

Conozco especialmente a Eduardo, la amabilidad personificada, a Moncho, el artista de la familia, y a Javier, el emprendedor, al que no se le pone nada por delante y diversifica con otro tipo de negocios e incluso desembarca con nuevos cines en otras provincias. También al resto de hermanos que conforman una de las familias más unidas y queridas de Palencia. Podría haber ocurrido que Palencia se quedara sin cines. El amor al cine de un empresario, que fue recordado en la gala de los Goya cuando falleció, prevaleció sobre el negocio más prosaico y suculento del ladrillo.

No lo puedo evitar. Cuando voy a ver una película, y lo hago muy a menudo, se me despierta una sonrisa. Es el reflejo del cariño a una familia que ha sabido luchar contra viento y marea. Que se afana en ofrecer grandes espectáculos para Palencia y en mantener una digna programación teatral en San Santolín. Gracias a los Margareto, Palencia no es una ciudad sin cines. Y no olvidéis que más de uno sucumbió en el intento.

 
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