Atrapados en el tiempo

Palencia

Cada 2 de febrero, en Estados Unidos y Canadá, se utiliza un método folclórico con una marmota como protagonista para predecir el final del invierno. Este acontecimiento, coincidente con la festividad de la patrona de Palencia, sirvió para la producción de una comedia cinematográfica de éxito que ha conseguido acuñar una expresión en la cultura popular de muchas partes del mundo: desde entonces, el “Día de la Marmota” designa situaciones irritantes que se repiten cíclicamente sin que podamos evitarlo. Tampoco aquí, en Palencia, logramos evadirnos de tal situación y así, cada cuatro años, normalmente 12 meses antes de las elecciones municipales, el equipo de gobierno de turno saca a la palestra con afán renovado la iniciativa de soterramiento del ferrocarril a su paso por la ciudad.

Hace pocos días, el alcalde Alfonso Polanco, ha vuelto sobre el asunto apostando por un soterramiento corto y eliminar así la barrera del ferrocarril entre Jardinillos y la Huerta Guadián, solicitando al Ministerio de Fomento el pertinente informe con valoración y coste detallado del proyecto. Bien es cierto que el anuncio del regidor de la ciudad no representa ninguna novedad porque hace un mes ya tuvo respuesta de la Plataforma en Defensa del Soterramiento del Ferrocarril en Palencia advirtiendo de la ilegalidad de tal medida ya que para llevar a efecto ese planteamiento diferente sería preciso abordar un nuevo proceso constructivo. Pero, sobre todo, porque los últimos tramos licitados por el Ministerio de Fomento supuestamente refrendan la vigencia de un estudio ya existente que contempla la integración del ferrocarril en nuestro municipio mediante el soterramiento.

En fin, cuándo el ferrocarril, cuándo el Palacio de Congresos, cuándo lo que seamos capaces de sospechar… La proximidad de las urnas provoca la búsqueda de estímulos desde algunas llamativas viejas promesas que culminen en nuevos programas electorales. Parece abierta la veda pues, y ahora alcaldías en activo y otras candidaturas aspirantes desempolvan ingenios de años pasados para desplegarlos como reivindicaciones pendientes ineludibles, cuando no como ideas novedosas.

Es todo un déjà vu que nos mantiene atrapados en el tiempo entre un sinfín de promesas de obras de nuevas infraestructuras, construcción de modernos equipamientos y todo tipo de actuaciones singulares “realistas” con el marchamo de “irrenunciables” para cualquier municipio. Incluso, por qué no, alguna propuesta faraónica postergada desde tiempo atrás a un papel de pieza de museo. Comienza el tiempo de las ofertas electorales, ese viejo modelo de promesas desde los atriles mitineros pisa el acelerador con la intención de llevarse lo que sea por delante. Todo lo imaginable, o no, con tal de ganar unas elecciones.