Política
La columna de Ángel Santiago Ramos

El señuelo de las juntas vecinales

(...) Es indudable el valor histórico y emocional de nuestras juntas vecinales, pero no ésta la rama del árbol al que debemos agarrarnos. Tenemos una administración con mayúsculas que si no está ciega, lo parece. A esa es a la que hay que ponerle sentido común y cercanía al ciudadano (...)

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León

La nostalgia es un bien necesario en la antesala de la creación literaria y un estorbo para abordar necesidades de la vida práctica. En este momento, en España y en nuestro entorno más próximo, el uso de la melancolía con fines políticos es tan frecuente como inservible. En su nombre se cambia la historia, se manipula el pensamiento, se miente y se antepone la tribu a la razón y la utilidad.

Hace tiempo que muchas de nuestras juntas vecinales padecen los males de la despoblación, del desánimo local, del abandono institucional y de una falta de recursos para hacer una gestión eficaz en los servicios y rigurosa en sus cuentas. La dejadez de la diputación leonesa para aumentar los recursos técnicos del área de Atención a Municipios no ayuda al cumplimiento del decreto que regula debe regular estas entidades menores.

En todo caso, la descentralización administrativa no depende de mantener vivo el viejo espíritu de las juntas vecinales. Socialistas y leonesistas aprovechan electoralmente el revuelo, pero el tapón centralista está en las escasas competencias que los gobiernos central y regional dejan en manos de sus respectivos órganos provinciales. Valladolid centraliza compras, concesiones de servicios y el grueso de todas las tramitaciones administrativas.

Las delegaciones de la Junta en cada una de las nueve provincias de este comunidad, con miles de trabajadores públicos y un completo staff de dirigentes, tienen tan limitadas sus competencias que son meros correveidiles de la capital.

Es indudable el valor histórico y emocional de nuestras juntas vecinales, pero no ésta la rama del árbol al que debemos agarrarnos. Tenemos una administración con mayúsculas que si no está ciega, lo parece. A esa es a la que hay que ponerle sentido común y cercanía al ciudadano.

La nostalgia, yo la dejaría para el consumo de los poetas.

 

 
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