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Una calle taranconera y los recuerdos de los juegos populares de la infancia

Gema Garrido nos cuenta la historia de la Calle de la Chueca en 'Callejeando por Tarancón'

Gema Garrido

Tarancón

En Hoy por Hoy Tarancón, la autora de 'Callejeando por Tarancón', Gema Garrido, nos ha trasladado a nuestra infancia con un recorrido por la historia de los juegos populares y de la calle de la Chueca. Esta vía parte de la confluencia de la Plaza Cruz de la Iglesia con la Calle Celemín, y termina en el cruce de la Calles del Arco, Conde de Retamoso y Camarilla.

Hacia la mitad de la calle de la que hablamos hoy nos encontramos con la Travesía de la Chueca, que termina en la Plaza del Ayuntamiento.

'Callejeando por Tarancón' con Gema Garrido (22/05/2018)

12:48

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Gema Garrido

HISTORIA

La Calle de la Chueca debe su nombre a un juego, que ya se estilaba en el S. XV y que se jugaba en Tarancón. El Diccionario Medieval Español de Martín Alonso, lo describe como “un juego que se hace poniéndose unos jugadores enfrente de otros, en dos bandos iguales, procurando cada uno que la chueca (que era un hueso redondeado), impelida por palos por los contrarios, no pase la raya que señala su término”.

En el Ordenamiento de las Cortes de Toledo de 1480, promulgado por los Reyes Católicos, aparece la prohibición de “jugar dados e otros juegos de tablas e naypes e azares e chuecas”.

Diego de Gaudix sería el primero en describir un juego parecido en 1593, asignándole un origen árabe: Chueca llaman en algunas partes d'España a cierto troçuelo pedacillo de madera (menos redondo que la bola) con que antiguamente jugaron los árabes en España y juegan hoy en día los labradores en Castilla”.

En 1611, Sebastián de Covarrubias, autor de “El Tesoro de la Lengua Castellana”, de quien ya hablamos porque estaba emparentado con Inés de la Carrera, incluyó una definición de la chueca en sus trabajos lexicográficos: “Es una bolita pequeña con que los labradores suelen jugar en los exidos, el juego que llaman de la chueca, poniéndose tantos a tantos; y tienen sus metas y pinas, y guardan que los contrarios no les passen la chueca por ellas y sobre esto se dan muy buenas caydas y golpes. Dixose chueca de chuque, que es el sonido que haze el golpe».

Don Dimas Pérez, en su libro Tarancón en la Historia relata que la Calle de la Chueca ya tenía este nombre en el S.XVIII, cuando se realizó el Catastro de Ensenada. Entonces comenzaba en la Cruz de la Iglesia y llegaba las Cuatro Calles. De ella partía un callejón que llamaban “de los Manteles”.

También en ese documento aparecía la Calle del Juego de Pelota, que formaba un codo, yendo de la Calle del Brillante al Arco de Santa Quiteria. Este juego de pelota también tenía varios siglos y debía su nombre a la pelota hecha de trapos y cuerdas que utilizaban.

EL JUEGO DE LA CHUECA

Como ya hemos visto, la chueca es un juego popular de origen castellano, en el que se utiliza una chueca (palo corto afilado por las dos puntas o un hueso redondeado) y una estornija (palo largo que se utiliza para golpear la chueca). También se usan telas o mandiles para tratar de atrapar la chueca al vuelo.

Hay dos equipos, de un máximo de 10 jugadores, en un terreno delimitado rectangularmente. El primero trata de lanzar la chueca lo más lejos posible de la base y el segundo lo tiene que evitar eliminando a cada uno de los lanzadores.

Comienza jugando un componente del equipo al que le haya tocado lanzar, colocándose en la línea de salida y golpeando con el palo la chueca para lanzarla lo más lejos posible. Si la chueca es interceptada por una de las telas del equipo contrario el lanzador queda eliminado.

Se considera falta el “rastón” (golpear el suelo con la estornija), la “vainica” (dar al aire con la estornija sin golpear la chueca), que golpee tu cuerpo o el del rival. Si la chueca cae fuera del terreno de juego (perdiote), ese jugador es eliminado.

Los puntos son calculados a ojo según la lejanía a la que está la chueca de la base. Si el jugador no se ha equivocado al pedir tantos, continuará lanzando la chueca.

No se cambia el equipo que lanza hasta que este tenga a todos sus jugadores eliminados. Para ganar una partida se deben conseguir 60 tantos, pero esta cantidad puede ser modificada si así lo acuerdan ambos equipos. Se suele jugar a tres partidas de 60 tantos.

JUEGOS POPULARES EN EL COSO

En un artículo de la Revista Castillejo, publicado en el año 2000, Andrés Gómez Peña habló de los juegos populares en El Coso, hoy Plaza de El Caño durante su niñez, entre 1919 y 1928.

En su memoria recordaba con cariño esa amplia explanada en la que había sitio para todos: grandes y pequeños, mujeres y hombres. Hasta allí se acercaba gente desde todos los barrios del pueblo. De este modo, mientras los mayores se jugaban “sus buenos cuartos” a La Liga en El Carril, las mujeres echaban alguna Brisca o Pichila.

Los muchachos, por su parte, solían jugar a Las Liebres y Los Galgos alrededor del matadero municipal, que entonces estaba allí situado. En este juego, se dividían en dos equipos, galgos y liebres. Los primeros tenían que atrapar a los segundos, dándoles un fuerte “capirote” que los dejaba eliminados. El fin era conseguir coger a todas las liebres.

Otro juego popular fue el de Los Caballitos, que se jugaba en círculo cogidos de la mano, con alguien en el centro que ejercía de madre y cuya misión era evitar que nadie los montara. Otro grupo, que estaba suelto, intentaba montar a los que giraban en el círculo o incluso, a la madre.

También era popular La Péndola, en la que uno hacía de borrico (doblando el tronco con los codos apoyados en las rodillas), y el resto saltaban por encima de él apoyando las manos en su espalda y abriendo las piernas para no tocarlo. Después de cada ronda de saltos, el borrico se alejaba de la raya de salto dos pies, complicando el ejercicio. Existía una modificación de este juego, llamada A la una anda la mula, en la que se incluían algunas trastadas al borrico.

El churro picotallo y El borriquillo el arriero también eran juegos de saltos en los que se creaba una fila de muchachos sobre la que otros saltaban. Estos juegos iban acompañados de canciones como: “Churro picotallo, tijeretas de caballo, media manga, manga entera, la primera churro abajo”.

En El Prendiz pintaban con tiza un círculo en el suelo, que llamaban ronde. En el interior depositaban 3 o 4 tapas de cajas de cerillas por cada jugador. Estas tapas tenían mucho valor para los muchachos, que llegaban a pagar una perra chica (5 céntimos), por cada 20 de ellas. El juego consistía en lanzar un tejo a las cajas para intentar sacarlas del ronde. Ganaba quien conseguía sacar más tapas, y al perdedor le decían que había quedado espolicado.

También fueron muy populares La Urda, Siga la rata, El Teveo, La gallinica ciega, El hinque o El caliche.

En los cuadros de Emiliano Lozano podemos ver retratados algunos de los juegos tradicionales de Tarancón.

 
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