Ocio y cultura

Un brillante Rigoletto inaugura la 47ª Temporada d'Òpera en Maó

La brillante puesta en escena de la obra de Giuseppe Verdi fue premiada con una larguísima ovación del público

Representación de Rigoletto en Maó / T.M.

Mahón

No defraudó en su estreno la 47ª Temporada de Ópera organizada por la Fundació Menorquina de l’Òpera. Tal como viene siendo habitual en los últimos años, el cartel volvía a ser de auténtico lujo y la expectación, máxima.

El jorobado y deforme Rigoletto es, sin duda, uno de los grandes y más complejos personajes verdianos. Un papel lleno de matices y contradicciones donde el barítono que encarne al ácido bufón debe también presentar su antagónica cara en los momentos de mayor lirismo frente a su hija Gilda. Todo un reto para cualquier cantante.

Para la ocasión, los Amics de s’Òpera confiaron el papel al portentoso barítono mongol Amartuvshin Enkhbat. Con solo 32 años, Enkhbat está llamado a ser una de las grandes estrellas operísticas de las próximas tres décadas. Su voz es realmente deslumbrante, cálida y aterciopelada. La homogeneidad de su oscura voz en todo su registro hace de él verdaderamente un cantante excepcional. Su Rigoletto mejorará con los años pero la impresión que dejó en Maó fue tremenda.

La soprano italiana Jessica Nuccio es una Gilda dulcísima. Su capacidad para el fiato es sobrecogedora y su interpretación del ‘Caro Nome’ dejó a más de uno sin aliento mientras se escuchaba su última nota, alargada hasta el infinito. Su función fue brillante. Cabe destacar su dueto de “Si, vendetta” con Rigoletto, tan aplaudido y premiado por el público que tuvo que ser bisado.

El ingrato papel de Duca recayó sobre el tenor italiano Ivan Magrì. Pocas veces un rol ha casado tan bien con su intérprete. Su presencia escénica aporta una grandísima dosis de credibilidad al personaje y su solidez vocal le permite afrontar con extraordinaria solvencia pasajes tan peliagudos como la cabaletta posterior al “Parmi”.

El bello y cuidado timbre de mezzo de Ana Ibarra dio cuerpo a una muy buena Maddalena, mientras que la profunda voz de Antonio di Matteo encajó a la perfección en el oscuro rol del sicario Sparafucile. También brillante fue el Monterone que encarnó Jeroboam Tejera, su potente y rotunda intervención cautivó también al público. Paula Iragorri secundó a la perfección a la pobre Gilda, con una Giovanna a la altura del resto del elenco. Mientras que el tenor David Fruci ofreció un Borsa muy sólido.

Una vez más, la local Maria Camps demostró tener calidad y profesionalidad de sobras para afrontar con solvencia los roles que se le asignan en las producciones internacionales de los Amics de s’Òpera, de ahí que sigan confiando en ella año tras año. Cerraron el reparto, los también menorquines Paulino Maria, Jaume Gelabert y Rafel Olives, correctos los tres.

El coro de los Amics de s’Òpera, gracias al constante y laborioso trabajo de Cristina Álvarez, ofreció intervención sólida, eficaz, llena de matices y expresividad, a la altura de una producción de tan alto nivel.

Gran trabajo también el que realizó desde el podio el maestro Matteo Beltrami, quien en apenas una semana ha sabido conjuntar a la perfección a cantantes y coristas con una Simfònica de Balears que sonó brillante y viva.

Una vez más, y ya van ocho producciones, Massimo Gasparon se encargó de la dirección escénica, sabiendo sacar el máximo partido a la pequeña boca del escenario del Principal de Maó. Gasparon maneja como nadie los espacios escénicos y, una vez más, lo demostró con este Rigoletto sobrio pero tremendamente expresivo.

 
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