La historia jamás contada

Cuando paseo por la Gran Vía de Huelva y llego a la altura de la Casa Colón, subo la tenue escalinata hacia el interior de uno de los complejos culturales más bellos de Andalucía. Traspaso lo que en la antigüedad se llamó la Casa Grande, ahora edificio rehabilitado en la forma, restaurado en el espíritu, y, accedo al jardín. Sí, al jardín de los jardines: palmeras que curvan su cintura y se miran silenciosas y enamoradas, dragos centenarios, testigos de otras épocas, que contemplasteis el tropel lujoso de vírgenes selectas que a tu lado pasaban, para cumplimentar en la ceremonia de aquel salón de bailes la puesta de largo, que aunque en aquel tiempo no daba derecho a votar, pero sí a entrar en el club de las escogidas.

 Fuente victoriana. Esbeltez conformada por peces con escamas plateadas. Elevada sirena que ve cómo los chorros de agua, caen chispeantes sobre la bañera circular que la rodea.

Me siento en uno de los bancos anclados en el albero y pienso, que en décadas anteriores, solo tenían derecho a disfrutar de los encantos de ese paisaje verde, de esos cantos del agua que cae y resbala, unos pocos de extranjeros (ingleses por más señas) y los más allegados del lugar. Hoy por suerte, y por la gestión de Marín Rite, alcalde a la sazón de la ciudad de Huelva, del presidente de Explosivos Riotinto, Sr. Escondrillas y del que esto escribe, como delegado de Urbanismo en aquella época, se firmó un convenio de permuta de los 30.000 m2 de la Casa de Colón y de sus edificios por 10.000 m3 de volumen, de propiedad municipal en la antigua zona denominada Hospital de los Ingleses.

Posteriormente, mi equipo, dirigido desde mi alcaldía, rehabilitamos la Casa Colón e incorporamos el Palacio de Congresos. Fue una cooperación urbanística que, cuando la historia real de Huelva se escriba, se valorará como lo que fue: la más grande transacción urbana en la recuperación para lo público de un conjunto de extraordinario valor arquitectónico histórico y sentimental para Huelva, que querían demoler para construir piso de lujo.

Pues bien, meditaba recordando todos estos hechos y no podía por menos que sentirme contento, porque había ayudado a recuperar un espacio, que nos había sido arrebatado por los ingleses. Recordaba el muro que rodeaba todo el recinto y venían imágenes a mi memoria de mi niñez. Tuve la suerte de nacer muy cerca de la Casa Colón, en la calle San Cristóbal, la que desemboca en la Plaza Niña. Y con mis amigos, -críos de mi misma edad-, con los tirachinas, lazábamos nuestras piedras a la altas palmeras de este jardín, donde hoy estoy, esperando a ver donde caían los dátiles. Si caían dentro del recinto, lo habíamos perdido. Si a esta otra parte del muro, lo habíamos ganado. Nadie se atrevía, ni Pepe el negro, -que era el más atrevido y fuerte-, a saltar la argamasa y la piedra centenaria; el guarda, con la escopeta de sal, horadaba tu trasero.

 Juan Ceada, ex alcalde de Huelva.