Rosas (casi) eternas y hoteles para gusanos

San Sebastián

Es mediodía en Ámsterdam. Un par de padres pasan el rato junto a sus bebés sentados en los bancos de una plaza, un espacio similar al que se podría encontrar en cualquier otra ciudad europea, excepto por un detalle, en lugar de parterres con césped o flores, hay pequeñas huertas urbanas.

A la misma hora y a un par de calles de distancia, vecinos de la zona compran verduras y frutas en un mercadillo callejero. A escasos metros, varios grupos de jóvenes comienzan a ocupar las mesas del Food Hallen, unos antiguos talleres de reparación de tranvías reconvertidos en un mercado en el que conviven infinidad de puestos de comida internacional, una biblioteca, unos cines y pequeñas tiendas de diseño.

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Son solo dos ejemplos de los diversos proyectos, algunos impulsados desde la administración local, otros por iniciativa privada, unos más ambiciosos y otros más modestos, ligados al impulso del sector de la agroalimentación en Ámsterdam y que a lo largo de un viaje de tres días está conociendo una delegación del cluster Guztiona.

En la misión participan el primer teniente de alcalde y concejal de Desarrollo Económico, Ernesto Gasco, el de Hacienda, Jaime Domínguez Macaya, el edil de EH Bildu Josu Ruiz, y la portavoz de los populares, Miren Albistur. También una veintena de empresas y entidades asociadas al cluster, desde productores a representantes de la Federación Mercantil de Gipuzkoa o de Tecnalia.

Holanda está considerada “el pequeño granero del mundo”. En el ranking de países exportadores ocupa el segundo puesto del mundo, solo por detrás de Estados Unidos, aunque en superficie sea 300 veces menor. El sector de la agroalimentación supone el 10% del PIB. Cifras que han hecho del país un referente en el sector, pero también por el impulso de políticas innovadoras. 

Un buen ejemplo de ello es Food Valley, una asociación cuyo objetivo es situar a la región de Wageningen a la cabeza de la innovación en políticas agroalimentarias. La Universidad de Wageningen y otros centros de I+D son el corazón del proyecto, definido por la revista National Geographic como el Silicon Valley de la alimentación. 

Y entre otras cosas, la delegación ha podido conocer durante una visita en dicha Universidad cómo uno de los grupos de trabajo ha conseguido alargar la vida de las rosas. Las flores son cultivadas en Kenia y si hasta hace un tiempo tenían que viajar en avión hasta Holanda para después ser distribuidas, ahora lo hacen en barco.

Gracias el estudio de las condiciones en las que viajan en los contenedores (temperatura y humedad, entre otros factores) y gracias al control de estas, las rosas pueden sobrevivir los 30 días que un barco mercante puede tardar en llegar de Kenia hasta Holanda frente al día que antes se demoraba el trayecto en avión.

30 días en los que las rosas, atravesando mares y océanos, llegan en perfectas condiciones hasta Europa. La técnica incluso garantiza que estas flores, una vez en las casas de los consumidores finales viven otros siete días. Y, sobre todo, el desarrollo de esta tecnología permite aplicarla a frutas y verduras, abaratando costes y con un menor impacto en el medio ambiente, ya que la contaminación producida por un barco es menor que la de un avión.

Otros de los muchos proyectos que ha podido conocer la misión están ligados al impulso de un modelo de consumo sostenible y responsable con el medio ambiente, como los denominados hoteles para gusanos. Pequeños habitáculos ideados por la administración local de Ámsterdam y en los que los bichos ayudan en el proceso de compostaje de los residuos. O la iniciativa del Ayuntamiento de Ede para que los productores locales sean los que surtan de alimentos a las residencias de ancianos del municipio.