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Totalitarismo e intrigas para un fin oculto

El silencio del club delata opacidad de una Arandina que sepulta una corriente de ilusión generada en el play off quebrando un sentimiento sincero hacia un proyecto que ahora puede nacer muerto. Almendáriz, secretario del club, comunicó que los ceses obedecían a una petición de Álvarez de los Mozos

La Arandina ha obviado a los socios y aficionados en su crisis más aguda / Cadena SER

Aranda de Duero

Por primera vez en su historia, un presidente de la Arandina instala un régimen presidencialista. Nunca antes se habían tomado decisiones del calado de las adoptadas la semana pasada (cese de tres directivos de larga te intachable trayectoria en el club) sin un mínimo consenso. Hasta ahora, las situaciones se reflexionaban, analizaban y votaban. El miércoles se impusieron. Pedro García y Javier Almendáriz, presidente y secretario del club respectivamente, no han contado con ningún apoyo que respaldase una medida que, por desproporcionada, resulta ofensiva. Habrá que explorar si, legalmente, hasta recurrible. No lo descarten. Igualmente sangrante es emitir un comunicado que, por vacío de contenido, es irrespetuoso hacia los socios y por omisión, es un ejercicio de irresponsabilidad y cobardía. Los silencios hablan más que las palabras y delatan un complot que hace temblar los cimientos de la Arandina. El daño ya está hecho falta calcular la dimensión.

La tarde del miércoles 13 de junio sorprendió a los diez miembros de la Junta directiva a quienes no se consultó ni informó de que se había preparado un cadalso con la cuchilla bien afilada. El secretario del club, Javier Almendáriz, arrancó con el primer punto del orden del día en el que se esteblecía "que la continuidad de Álvarrez de los Mozos está supeditada al cese de 'Campillo', Catalina y Sergio González". El planteamiento fue premeditado y con alevosía. La convocatoria de los directivos una mera formalidad. Ninguno, salvo los dos creadores de la intriga, estaba al tanto ni se les consultó de lo que iba a suceder. Y de hecho, ninguno respalda ni en el fondo ni en la forma la sentencia de los ceses. Ninguno. Otra cosa es que dimitan unos pocos o unos muchos para acompañar en su salida a ‘Campillo’, Catalina y Sergio González. Hasta en eso ha sido perversa la sentencia, obligando a directivos de buena fe a que se posicionen, negándoles el voto y haciéndoles cómplices.

Quienes conocen en la distancia corta a Pedro García no lo reconocen en estas decisiones. Y lo ven manipulado e influenciado por segundos o terceros porque nunca fue una persona que recurriera a métodos totalitarios. Al contrario, apeló al diálogo, a resolver los conflictos con diplomacia…hasta ahora. Y en su conciencia ya hay arrepentimiento que, no obstante, no acompaña de rectificación. Sabe que para argumentar alguno de los ceses se han inventado los motivos esgrimidos internamente en la reunión con la directiva a la que, como a los socios, se ha faltado al respeto. A los primeros se les requiere para que hagan el trabajo sucio en el club y a los segundos para que abonen la cuota de abonados. Consultar y debatir algo que afecta al presente y futuro de la Arandina no se contempla como una opción. Por cierto, que una mentira, acreditada como tal, sirva para echar a una persona en su cargo debiera ser suficiente argumento para exigir la dimisión fulminante del confabulador.

Pedro García está pasando por momentos muy duros. Tampoco los merece porque su dedicación al club es innegable. Pero él es ahora una consecuencia de sus propias acciones. Quizá por de ponerse en manos de consejeros tóxicos. ‘En el pecado lleva la penitencia’ y ya ha manifestado a alguno de los cesados que se ha equivocado pero que ya no puede dar marcha atrás. ¿No será por qué no es el único dueño de sus propias decisiones? Lo que no sabe es que la traición ha tenido un daño irreparable. Se ha llevado por delante años de confianza y cariño personal de gente que lo adoraba y cuya decepción les impide articular palabra alguna porque las lágrimas sellan sus labios. Aflora el llanto que bloquea las palabras. Y además ha prometido cosas que Javier Álvarez de los Mozos no va a autorizar porque interfieren en adquirir plenos poderes en el organigrama deportivo de la Arandina. Doble deslealtad.

Mientras, los autores de este complot tratan de minimizar daños. Necesitan convencer a una parte de los directivos del club de que continúen. Saben que están desorientados y aturdidos, pero les necesitan. Primero para utilizarles en la defensa de que la medida adoptada contaba con más apoyos de los descritos. En segundo lugar, y no menos importante, porque la llegada de nuevos gestores a la Arandina no cubre labores de perfil bajo que les aleje del palco. En ambos casos, utilizarles.

Otra pérdida irreparable para la Arandina es la de José Antonio Górriz. El elemento menospreciado durante años y ahora subestimado. Nunca alcanzó la categoría de directivo porque en opinión de algunos no daba el perfil. Avergonzaba a los dirigentes de frac que sin embargo nunca despreciaron los recursos económicos que generó y que jamás le reconocieron. Con una mano lo repudiaban y con la otra recogían el fruto de su gran labor. Nunca le importó semejante humillación y siempre fue consciente de ella pero le pudo más su lealtad a ‘Campillo’ y su pasión por la Arandina. Otro de los puntales en la estabilidad económica y crecimiento social del club ribereño que se aleja del nido de conflictos.

Lo que Pedro García y Javier Almendáriz ofrecen como pago para la profesionalización es inaceptable. Pero es el coste que ellos asumen y fijan de su nuevo modelo de club, que no es ni el único ni necesariamente tiene que pasar por semejante peaje que les define y retrata. Les impulsa que quieren contentar al aficionado con la renovación de la plantilla, la continuidad de Álvarez de los Mozos y que los resultados silencien las críticas y oculten en el baúl de los recuerdos este cúmulo de problemas.

Callan los autores del complot. Tampoco se pronuncian los damnificados. Alguien debe recordarles que la Arandina pertenece a sus socios. Lo contrario certificaría que, efectivamente, se trataba de un cortijo, de un coto privado de caza.

 
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