Pasión por el fútbol

Murcia

Pasión por el fútbol

Si durante estos días observan ustedes que no hay tráfico en la Gran Vía, que ni siquiera circula una de esas bicicletas cochambrosas que el Ayuntamiento pone a nuestra disposición…

Si pasan por Platería o Trapería y no ven ni un alma, ni una persona a la que poder saludar, darle las buenas tardes…

Si van, por casualidad, a la Plaza de Belluga, frente a la Catedral, o a la Plaza de Santo Domingo y no ven niños jugando, ni papás ni mamás en animada conversación…

Si observan las mesas vacías de esas bonitas terrazas de la capital o de cualquiera de nuestros pueblos, donde la gente toma el aire y disfruta de una buena cerveza o de un rico helado…

Si son testigos de alguna de esas raras estampas que les indico, no se preocupen. No tengan cuidado porque no hay amenaza de ataque nuclear, ni han venido los marcianitos a la tierra. Nada de eso. Estén tranquilos.

Es, simple y llanamente, que la selección española de fútbol está jugando su partido y la gente está recluida en sus casas o hacinada en los bares, atenta a la pantalla del televisor, mordiéndose las uñas, con los nervios rotos.

El fútbol es casi la única cosa capaz de paralizar a todo un país. Lo único por lo que se nos perdona llevar una bandera de España en la mano sin que corramos el riesgo de que nos llamen facha.

En lugares como Argentina o Brasil, cuando sus respectivas selecciones nacionales ganan el mundial, el Producto Interior Bruto (el famoso PIB) se dispara hasta cifras insospechadas.

Aquí en Murcia, sin ir más lejos, hace unos días saltaba la noticia de que los grandes almacenes, antes de que lleguen las rebajas, estaban haciendo su agosto: las ventas de televisores de pantalla gigante estaban alcanzando cifras increíbles. Eso sí, a plazos, que ya se pagará cuando se pueda.

Somos fáciles de ilusionar y, luego, cuando no conseguimos lo que hemos soñado, se nos cae el mundo encima. Somos como somos. Y no seré yo quien diga que deberíamos ser más comedidos, menos apasionados. Disfruten, que mañana será otro día.

Pepe Belmonte