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Rogativas en Cuenca para que deje de nevar o para que llueva

Desde el tiempo de los visigodos, la Iglesia Católica ha sacado los santos a la calle para pedir al Cielo que interceda en asuntos meteorológicos

Escena de una procesión del Paisaje Ilustrado de Valdemeca (Cuenca). / Paco Auñón

Cuenca

En el espacio de radio Así dicen los documentos que coordina Almudena Serrano, la directora del Archivo Histórico Provincial de Cuenca, y que se emite cada jueves en Hoy por Hoy Cuenca, esta semana hemos conocido los motivos por los que se hicieron rogativas en el pasado.

Rogativas en Cuenca para que deje de nevar o para que llueva

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Las rogativas fueron procesiones de penitencia que la Iglesia recomendaba durante el tiempo pascual, que también se denominaban letanías porque durante su trayecto se cantaba esta oración. Su uso en España se remonta a la época visigoda, esto es, unos 1500 años, llegando a constituir ceremonias muy populares a lo largo de la Edad Media y siglos de la Edad Moderna.

Hablamos de rogativa como la oración pública con procesión de alguna imagen realizada en cualquier época del año, para pedir el remedio de algún mal que sacudía a una población, generalmente de carácter meteorológico, como sequías, granizos, temporales de nieves, o daños y perjuicios físicos y para la agricultura, como epidemias y plagas de insectos, o, incluso, por motivos políticos, por ejemplo se hacían en siglos pasados para la victoria de las tropas españolas o por la salud de los reyes.

En algún programa anterior, como el que dedicamos a los hielos, lluvias y nieves, ya hablamos de rogativas, como remedio para solicitar lluvias en tiempos de sequías. Esta vez vamos a conocer algunos ejemplos bastante interesantes que sucedieron durante el siglo XVII y el siglo XVIII.

Procesión de San Isidro en Cuenca en 1948. / Pascual

Vamos a empezar por el día 19 de octubre del año 1684, que reinaba en España Carlos II, y que andaba el país escaso de bastantes cosas, y con calamidades que en alguna ocasión hemos mencionado. Es decir, que el ambiente era propicio para las rogativas.

Aquel día de octubre, el corregidor dijo que la ciudad se juntaba en su ayuntamiento para ver una proposición hecha por su señoría para traer médico catedrático de la ciudad de Valencia para reconocimiento de la epidemia que corre en esta ciudad y curación de los enfermos que haya en ella.

Ilustración de San Julián de Maella. / Biblioteca Nacional

Y para que se hagan por la Santa Iglesia rogativas, sacando la imagen de Nuestra Señora del Sagrario y del Cuerpo del Glorioso Señor San Julián.

Es decir, que, una vez más de tantas, la ciudad andaba con epidemia y las medidas por las que se optó fue traer a un buen médico pero, también, ayudar con las rogativas, de modo que, la ciudad, con vista de la dicha proposición, acordaron que se embie a Valencia a por un médico catedrático, como consta de la dicha proposición, y el gasto que tuviere el traerlo se saque de los más pronto que hubiere.

Y se hable al Cabildo de la Santa Iglesia y a su ilustrísima el señor obispo, para que atento la ciudad no tiene propios de donde sacarlos para obra tan piadosa, ayuden con lo que fuere servidos (…) para que se saquen a Nuestra Señora del Sagrario en procesión o el Cuerpo del Señor san Julián.

Se discutió, además, que para poder estudiar los cuerpos de los fallecidos si combendría hacer anatomía, se tratare en las casas del señor corregidor, los médicos de esta ciudad con los caballeros comisarios para que en esta razón obren lo que más convenga.

Imagen de San Julián de Cuenca en su ermita. / José Vicente Ávila.

Unos años más tarde, el 26 de mayo de 1691, se presentaron en la ciudad dos comisarios del Cabildo de canónigos para saber cómo se había determinado que por falta de agua y las guerras y otras necesidades públicas había hecho y hacía rogativas la iglesia, y, últimamente había determinado hacer mañana, día 27 de este mes de mayo, procesión pública de rogativas, sacando la gloriosa imagen de Nuestra Señora del Sagrario, con el cuerpo de Nuestro Glorioso patrón san Julián.

La iglesia organizaba el orden que se debía llevar en ellas: ‘Habían de asistir todos los cabildos eclesiásticos y del Santísimo Sacramento, cruces parroquiales y pendones, y sería después de las horas canónicas de la tarde, y había de ir por las calles del día del Corpus.

Para una gran solemnidad los enviaba la iglesia a combidar a la ciudad y le suplicaba asistiere con la solemnidad y grandeza que acostumbra, y mandase limpiar las calles y aderezarlas, para que estuvieran decentes, y mandase que asistieren los gremios para que, junta la devoción de la ciudad con la de la iglesia, merecieren alcanzar de Dios el remedio de las públicas necesidades’.

En un programa anterior hablamos de lo dañino de las plagas de langosta y cómo se las ingeniaban para intentar acabar con ellas, aunque resultaba extremadamente complicado liquidar a un insecto tan perjudicial para el campo. Sin duda, las rogativas siempre estuvieron presentes ante las catástrofes del campo, y las plagas de langosta eran una de aquellas calamidades que llevaban de cabeza a los ayuntamientos, que debían proporcionar los medios para acabar con tan malévolo insecto. Además, se pensaba que aquellas plagas eran castigos de Dios. De manera que el día 3 de mayo de 1694, la iglesia acordó hacer rogativas con el Glorioso cuerpo de San Julián por nueve días continuados para aplacar la ira de Dios, que parece se manifestaba por el rigor de los temporales que amenazaban esterilidad en todos los frutos de la tierra por la gran sequedad continuada, a que se juntaba la plaga de langosta que había en muchas partes de este obispado, a que no bastaban las fuerzas y disposiciones humanas,

Y otras calamidades que se experimentaban en que para imbocar la gran misericordia de Dios había su Santa Iglesia determinado bajar el cuerpo del Glorioso Señor San Julián, nuestro Patrón y defensor, para que movido el pueblo acudiese con gran fervor a pedir a Dios su misericordia por la intercesión de nuestro Glorioso Santo, prometiéndose conseguirlas y los beneficios que siempre ha experimentado.

Y han sido y son públicos y auténticos en todas las ocasiones, y en tiempos semejantes y aflicciones, de que todos en general, los deste obispado, son testigos y lo fueron nuestros mayores y pasados, y así ha querido Dios manifestar sus grandes misericordias y la gloriosa y poderosa intersección de nuestro obispo y patrón.

Y los comisarios del cabildo combidaron a la ciudad en nombre de su cabildo a la rogativa y misa del día siguiente y de esta tarde a bajar el glorioso cuerpo de san Julián.

Recordemos que durante el año 1643 hubo una epidemia de peste y que se dieron las gracias a san Julián por haber librado a la ciudad de Cuenca de su contagio. En muchos pueblos, otros grandes protectores contra aquellas epidemias y plagas fueron san Cristóbal, san Antón, san Roque o san Sebastián.

Los desastres acaecidos tras el mal tiempo ocasionaban perjuicios absolutamente dañinos para la economía, de modo que las rogativas por nieves y hielos también se sucedieron años atrás.

Así, el 12 de enero del año 1729 se juntaron en ayuntamiento extraordinario, en la posada del señor corregidor de esta ciudad, con asistencia del teniente de guarda teniente de guarda mayor y otros regidores capitulares.

Y, así juntos, dicho señor corregidor dijo había juntado la ciudad en su posada por lo riguroso de nieves y hielos que se padecen, para recibir una embajada del Cabildo desta Santa Iglesia para que asistieren a una rogativa y bajar el cuerpo del señor san Julián nuestro obispo y patrón.

Lógicamente, el fin que perseguía la rogativa era que se aplacaren los trabajos que se padecían en esta ciudad y su obispado, con lo riguroso de la continuación de las nieves y hielos que se padecían desde la víspera de la Natividad del año próximo pasado hasta este día.

Es decir, que el temporal que hubo en aquellos días duró desde el 23 de diciembre del año 1728 hasta finales de enero, y seguía, con lo que esta situación incapacitaba a las personas y a los animales que eran su fuerza de ayuda en el trabajo, a los que había que alimentar, etc. Y si nada de eso se podía hacer, la calamidad estaba asegurada.

Así, uno de los canónigos recibido en casa del Corregidor dijo cómo su cabildo le había nombrado por comisario junto con el canónigo y tesorero de dicha santa iglesia, que no concurría por lo riguroso del tiempo, para suplicar a la ciudad se sirviese asistir a la santa iglesia, mañana 23 del corriente después de las vísperas para la rogativa.

Y, nuevamente, en esta rogativa se debía hacer lo siguiente:

‘Bajar las reliquias del glorioso cuerpo de san Julián que su cabildo había determinado hacer para por el medio e intercesión suya conseguir la piedad de Dios sirva aplacar lo riguroso del tiempo y trabajos que se padecen’.

Por supuesto, de la rogativa estaba al tanto el obispo de Cuenca. Y veremos que en esta ocasión se recurrió a la imagen de Nuestra Señora del Puente:

‘El día 22 el señor corregidor trajo a la ciudad un papel del señor obispo, Duque de Abrantes, que le dirije, para que lo participe a la ciudad a fin de la rogativa que su excelencia tiene dispuesta se haga trayendo en ella a la santa imagen de Nuestra Señora del Puente, colocándola en el convento de las Mercedes, en donde esté nueve días y que asistan los cabildos de curas y sacerdotes, las religiones y cabildos del Santísimo para que se haga la rogativa el lunes o el martes inmediato.

Para que su Divina Majestad se sirva por su piedad en que cesen los trabajos que se padecen por lo riguroso de las nieves y hielos que han sobrevenido durante más de tres meses, en que su excelencia pide a la ciudad concurra como lo ha hecho en otras ocasiones semejantes y la ciudad acordó asistir mañana domingo, 6 del corriente, por la tarde, a la procesión de Nuestra Señora del Puente.

Y el recorrido que llevaría la procesión sería desde el convento de la Merced a su ermita de donde se sacó en rogativa, para que Dios Nuestro Señor nos concediere cesen los hielos y nieves tan continuados y rigurosos, como se han padecido.

¿Y esta rogativa tuvo efecto? Pues parece que sí porque dice el documento que ‘reconocido el beneficio en el buen tiempo que se ha experimentado y se espera continúe por la intercesión y protección de María Santísima Nuestra Señora’.

Y para finalizar, avanzamos unos años en aquel siglo XVIII y nos situamos en el día 17 de junio de 1749 en que se propuso ‘que se acuerde el bajar a celebrar una misa a Nuestra Señora patrona del Puente para que interceda, con su Hijo Santísimo, cesen estas enfermedades y que experimente este pueblo, por su medio, los consuelos de su amparo que tanto necesita, y tiene experiencia de su logro en las muchas ocasiones que se ha valido de Su Majestad Santísima…’. Es decir, que había experiencia en conseguir lo que pedían. Pues, según nos cuenta el documento: ‘Y la ciudad, en vista de la referida proposición, acordó que mañana, miércoles 21 del corriente, a las nueve de ella, se diga y celebre una misa cantada con su rogativa a Nuestra Señora de el Puente, poniendo en su altar 30 luces.

Y a esta ceremonia debía asistir ‘la ciudad a suplicar a Su Divina Majestad se sirva interceder con su Divino Hijo que levante el azote de su justicia mirándole con ojos de piedad y dispensándole el alivio que ha experimentado en otras ocasiones, como lo espera esta ciudad.

La procesión para esta rogativa se hizo por la tarde: ‘A las cuatro de la tarde se formó la procesión con los Cabildos de señores curas, beneficiados sacerdotes y las comunidades del Santísimo, con las cruces y estandartes de sus respectivas parroquias, y los gremios que con sus pendones daban principio a la procesión, que con sumo silencio y reverencia, y alumbrada Nuestra Señora con seis hachas, subió por la calle de san Juan hasta la Plaza Mayor’.

Con el fin de que acudiese cuanta gente pudiera, la procesión de la rogativa se hizo con muchos repiques de campanas, entró en la Iglesia Mayor y se colocó en una mesa que tenían prevenida en la capilla de Nuestra Señora del Sagrario, donde la música cantó un motete.

Y después salió y continuó por la calle de san Pedro, hasta el convento de Carmelitas descalzas, en cuya iglesia y en la del convento de la Concepción Angélica también entró y se le cantaron iguales motetes.

Una vez situada en lo más alto de la ciudad, la procesión de la rogativa dio la vuelta y prosiguió por la Correduría, calle de la Cárcel y la de Cordoneros y entró en la iglesia de los Padres de la Congregación de San Felipe Neri, recibiéndola y despidiéndola con sus velas encendidas, y allí cantó la música la letanía de Nuestra Señora.

Y bajando por la calle de Caballeros tomó el curso por la callejuela de enfrente a salir a la calle de San Andrés, a la del Espejo y de allí a la parroquia de Santo Domingo, donde se colocó a Nuestra Señora en un altar que había dispuesto, y se cantó la Salve y se concluyó la función’.

En los días siguientes hubo más misas con velas encendidas, se confesó y comulgó la ciudad y hubo predicación de oradores de varias órdenes religiosas.

Se hizo nuevamente procesión desde el Salvador, iglesia de las benedictinas, entró en el de las Franciscanas y prosiguió por la calle de los Tintes, la calle Ancha y Carretería, vía recta a su casa.

Por haber llovido se llevó palio, cuyas varas tomaron tres caballeros capitulares y tres curas.

 
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