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Rubén Blades: la vida tal como es, a todo ritmo

El artista panameño fue el encargado de abrir la nueva edición de La Mar de Músicas

Ruben Blades durante la jornada inaugural del festival 'La Mar de Músicas' / Foto: La Mar de Músicas

Cartagena

El artista panameño Rubén Blades ha sido el plato de lujo con el que abrir la 24ª edición del Festival Internacional La Mar de Músicas de Cartagena. Un inicio que nos predispone para saborear, hasta el sábado 28 de julio, exquisitos platos sonoros de muy variadas procedencias, con especial predilección por los de origen danés, ya que es Dinamarca el país al que se dedica este año la cita.

En presencia de un público que abarrotaba cada recoveco del auditorio del Parque Torres, entre el que se encontraban el ministro de Cultura José Guirao, la alcaldesa de Cartagena Ana Belén Castejón y el delegado del Gobierno Diego Conesa, Blades –que en su día fue ministro de Turismo de su país- ofreció un espectáculo digno de ser recordado.

Durante dos horas exactas y acompañado de la veintena de músicos que forman la Roberto Delgado Salsa Big Band fue desgranando un repertorio que era un relato social de América Latina, con incursiones en la política, la denuncia de las injusticias y de las dictaduras que aún oprimen a algunos pueblos, escenas costumbristas de barrio o de familia, y una faceta de crooner desconocida para muchos. Fue en este desdoblamiento musical donde se marcó algún clásico en un perfecto inglés, de Tony Bennett o Frank Sinatra, entre otros.

“Decisiones”, el retrato de una infidelidad vecinal, arrancó un show donde también tuvimos ocasión de escuchar “Amor y control”, la historia de amor interclasista y adolescente de “Ligia Elena”, “Juan Pachanga”, el retrato de las soledades de un artista al bajarse del escenario, en la biográfica (del portorriqueño Héctor Lavoe) “El cantante” o “Buscando Guayaba”.

En su recorrido musical hubo dedicatorias para el público originario de Venezuela (impresionante la dedicatoria de “Prohibido olvidar”, que también se podría aplicar aquí si hablamos de Memoria Histórica), Perú, Colombia… cada uno por razones que entienden bien los oriundos de tierras que hacían del auditorio un abanico multicolor, una representación de una sociedad que está bien asentada e integrada en nuestra región, pero que carece de la visibilidad que eventos como este le otorgan.

Uno de los momentos culminantes de la noche fue la interpretación, coreada por toda la concurrencia, de “Pedro Navaja”, la historia de un duelo en la oscuridad, iluminada solo por el brillo de un diente de oro y un arma blanca. Esta versión fue de lo más sorprendente de la velada, con arreglos que distan mucho de la original, y que la engrandecen aún más.

En resumen, una noche con canciones con letras que dicen verdades como puños, endulzadas por la melosidad del ritmo salsero y con la compañía de una Big Band enriquecida con una potente sección de tres percusionistas más batería, dos teclistas cuyas manos volaban y percutían los teclados con prodigiosa velocidad para marcar el tempo a la velada. Una función que, ya en la jornada inaugural, convierte la edición de este año en inolvidable.

Otras actuaciones del día fueron Betsayda Machado y Parranda El Clavo, de Venezuela, Banda Magda, de Estados Unidos y Liniker e os Caramelows, de Brasil.

Un festival distinto

En tiempos donde proliferan los festivales, muy dados a que en una aldea de mil habitantes (es un decir) se habilite una explanada sin asfaltar para acoger a 20.000 personas, con escenarios donde la mayor parte del público ve las actuaciones a más de cien metros de distancia y se pagan gustosamente abonos de más de cien euros o cervezas a 4 euros (el truco de los famosos toquens, que cuestan mucho más de lo que valen), el festival La Mar de Músicas sigue siendo un oasis de excelencia, calidad y buen trato al aficionado.

Aforos de van de 300 a 1.500 personas permiten ver bien (gracias a la disposición del Parque Torre, con casi todas las localidades sentadas y en grada) un festival marcado por la presencia de artistas internacionales de primer nivel, que se prodigan poco en España, y en muchos casos suponen un descubrimiento del director del festival, Paco Martín, que puede presumir de haber traído, a lo largo de estas 24 ediciones, a grupos o solistas que en pocos años han dado el salto al estrellato. La Mar de Músicas es, en ese sentido, un festival premonitorio o visionario.

Más allá de aquellos conciertos en los que hay que pagar entrada, hay muchos más con entrada gratuita, que nos salen al encuentro en calles y plazas, impregnadas durante estos días del espíritu “mar de músicas”, además de cine y literatura relacionada con la música y el país invitado. Una peculiar y plausible forma de implicar a toda una ciudad en un acontecimiento cultural distinto a cualquiera.

 
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