El bar, arma contra la despoblación
Varios municipios de la provincia de Teruel buscan familias que mantengan abierto el bar del pueblo. La falta de arraigo y las expectativas no cumplidas hacen que muchas veces los gerentes renuncien antes de cumplir el año
Teruel
El bar es lo único que queda abierto en multitud de localidades turolenses. Tras la marcha del médico y el cierre de la escuela, los bares abiertos son una puerta abierta a la esperanza. Allí, aunque sea por unas horas, hay vida en comunidad; un lugar para juntarse y conjurar la soledad en la que quedan calles y plazas donde la mayoría de viviendas permanecen cerradas durante la mayor parte del año.
En Tormón, el bar cerrará después del verano. El alcalde de esta localidad rodeada de pinares, en la comarca Comunidad de Teruel, Faustino Archilaga, lamenta que no haya quien quiera quedarse el local. “El bar es el corazón de un pueblo. Es dónde se encuentra la poca vida que queda”, dice amargado ante la marcha de la actual gerente. Se llama Candela y asegura que el negocio no da de sí con las condiciones que pone el consistorio. “La gente se cree que te haces de oro con los días que abres en verano, pero no ven que la mayor parte del año no se llega para pagar los gastos”, apunta esta mujer que ya busca otras alternativas en otros municipios que buscan gente para mantener abierto el bar.
Los problemas se agravan en zonas remotas como el Maestrazgo, donde decenas de pequeños núcleos se enfrentan a este problema. En Tronchón buscaban hasta hace unos días alguien que quisiera regentar el bar municipal. Roberto Rabaza, su alcalde, desgrana las causas por las que es tan difícil mantener el bar abierto. “La gente lo deja porque no tiene arraigo en la localidad. Se quejan de que no ganan dinero y se acaban yendo a otros sitios”. Además, los clientes se acaban marchando también ante el mal funcionamiento. “Un día vas y está cerrado. Vuelves y te lo encuentras también cerrado. Y ya dejas de ir”, dice el alcalde.
Y eso que las ofertas que hacen los ayuntamientos suelen ser ventajosas en muchos casos. En la Sierra de Albarracín, en Griegos, buscan familia para regentar el bar restaurante. Manuel Lapuente, el alcalde, ofrece casa y un módico alquiler de 1000 euros al año por el establecimiento, ubicado en la Muela de San Juan, al lado de las pistas de esquí de fondo que funcionan sólo cuando nieva. “Eso sí, exigimos que vengan con experiencia y con ganas de trabajar”, avisa el alcalde.
Como en Griegos, Guadalaviar espera también que alguien se decida a regentar el teleclub. Una realidad que no deja al margen a otros municipios más grandes, como Villarquemado, donde el local municipal con más solera lleva cerrado desde hace meses.
La comarca del Jiloca sin embargo parece una excepción. Su presidente, José Antonio Ramo, asegura que todos los pueblos tienen su bar. “Yo mismo voy a abrir un establecimiento en Villahermosa, y eso que ya tiene tres bares”, dice el que es alcalde de este pequeño municipio de menos de 100 habitantes que cuenta, además, con pistas de padel. Y es que el retorno de los vecinos que viven normalmente en Zaragoza hacen que el pueblo se mantenga al menos durante los fines de semana y festivos.