El Celta destierra el ‘ADN Barça’

Vigo

Después de salvarse milagrosamente en la última jornada con el cantado gol de Natxo Insa contra el Espanyol, el Celta se vio en la obligación de reconstruirse. Desde el palco, los ojos se depositaron a más de 1000 kilómetros de Vigo; el Barcelona fue el espejo elegido en el que reflejarse.

Llegó Luis Enrique, con la escasa experiencia del banquillo de la Roma, pero con la abundancia que dan tres años como técnico del filial del Barcelona. Bajo su batuta se alinearon tres jugadores que habían pasado por el segundo equipo azulgrana: Rafinha, que llegaba cedido del Barça B; Fontàs, después de una estéril cesión al Mallorca; y Nolito, después de su paso por el Benfica, aunque media temporada anterior había vestido la camiseta del Granada. El Celta de Luis Enrique tardó en arrancar, pero el sprint final lo asentó en un honroso noveno puesto en Liga.

Con los mimbres hilvanados, el asturiano se marchó al Barcelona y a Balaídos llegó Berizzo. Cambió el entrenador, pero el buen sabor de boca de los tres ex azulgranas hizo que la directiva vistiese de celeste a dos productos de la Masía para reforzar la defensa. Llegaban Sergi Gómez y Carles Planas y regresaba al Camp Nou Rafinha. A pesar de la marcha del hijo de Mazinho, la presencia de ex azulgranas aumentaba a cuatro.

El conocido como ‘ADN Barça’ seguía instalándose en el Celta, y la querencia por un estilo de juego de toque y presión, inspirado en el Barcelona de Guardiola (y de Cruyff, y de Rijkaard), recaía en manos del argentino Berizzo para adaptarlo a las cualidades y limitaciones de la plantilla. El cuarteto con pasado azulgrana duró junto dos temporadas en Vigo que le sirvieron a Nolito para hacerse un hueco en la selección española y fichar por el Manchester City, entrenado precisamente por Guardiola, uno de los ideólogos del estilo barcelonista.

En la tercera y última temporada de Berizzo en el banquillo y sin Nolito, sólo la defensa aún respiraba aires de la Masía. De la terna, Sergi Gómez ganó enteros como titular, mientras las actuaciones de Fontàs y, en especial, de Carles Planas se difuminaban cada vez más. De hecho, el lateral izquierdo fue el siguiente en abandonar la disciplina celeste rumbo a Girona.

También se marchó Berizzo y la tendencia barcelonista prosiguió con Unzué, que dejaba el puesto de segundo entrenador de Luis Enrique en el Barcelona para ostentar el de primero en el Celta. Con el navarro, Sergi Gómez continuó la escalada de protagonismo a la vez que Fontàs lo perdía cada vez más.

La inestabilidad del equipo en la última temporada llevó a la directiva a no contar con Unzué; Sergi Gómez, después de ser apartado, se ha marchado al Sevilla; y Fontàs está con las maletas hechas destino a Estados Unidos a punto de poner punto final a cinco años de ‘ADN Barçz’ en Balaídos.