Patones: pocos vecinos y turistas a montones

Madrid

Hace bastantes años, en torno a los 50 del siglo pasado, la mayor parte de los habitantes de Patones de Arriba se trasladaron a la nueva localidad creada en el llano y no en la montaña. La difícil comunicación en la ladera de la misma, el complicado acceso de subida y la situación de la carretera local facilitaron esta movilización. Patones de Abajo se convirtió así en núcleo residencial mientras que el bello y medieval Patones de Arriba quedaba relegado, prácticamente, al ámbito turístico; y más después de su nombramiento como Bien de Interés Cultural en el año 1999. Este pueblo, famoso por sus casas de pizarra negra y sus calles sinuosas, comenzó a recibir a curiosos turistas que, cámara en mano, llenaban los rincones llenos de flores, plantas y enredaderas. Hoy yo he querido visitarlo, aunque no con cámara en la mano, pero sí con micro y radio.

LA ARTESANÍA DE PATONES

Nada más adentrarme en el pueblo me encuentro con una tiendecita de artesanía: Trasgo. En ella tratan la madera y tienen unos originales objetos tallados a mano. Paloma llegó hace unos años de Gredos y ahora regenta esta tienda en la que el producto estrella, por increíble que parezca, es un salchichón de origen francés.

VECINOS Y TURISTAS

Los vecinos temían ya en los años 90 que el pueblo de Patones de Arriba quedase olvidado y relegado únicamente a la experiencia turística. Cada fin de semana todo cambia: la masificación de la zona -coches aparcados a lo largo de la carretera ya que no pueden entrar en el pueblo- y los ruidos de la gente rompen por completo la tranquilidad de lugar. Paqui es una de estas vecinas -viven en torno a la decena de habitantes durante el año- que dice estar entristecida por el olvido del Ayuntamiento -situado en Patones de Abajo- hacia los vecinos de la montaña. 

UN ELOGIO A LO RURAL

No solo hay turistas en Patones pero yo, hoy, he sido una turista más. Es no solo posible, sino recomendable, que sepamos ser conscientes de la realidad que nos rodea, respetuosos con el medio y con los vecinos y agradecidos con lo que vayamos aprendiendo en nuestro curioso camino. Yo he aprendido mucho en cada pueblo visitado: Morata de Tajuña, Villar del Olmo, Ciempozuelos, Soto del Real, Pinto, Bustarviejo, Cercedilla... Me quedo comiendo en el Rey de Patones, el primer mesón que abrió en la localidad ¡Larga vida al mundo rural!