Aparecen enterramientos infantiles en el yacimiento Castillejo del Bonete

Ciudad Real

A punto de finalizar la campaña de excavaciones de este año, se han detectado nuevos hallazgos en el yacimiento prehistórico de Terrinches, declarado Bien de Interés Cultural. El equipo de arqueologos ha encontrado múltiples enterramientos infantiles, depositados en recipientes cerámicos.

Son restos que se encuentran en muy buen estado de conservación que van a permitir avanzar en el estudio de este centro ceremonial orientado a los solsticios y vinculado a una religión solar.

Sectorización del espacio cementerial

No es la primera vez que aparecen restos de niños en la cueva pero sí es la primera vez que se encuentran dentro de esos recipientes cerámicos. A falta de los pertinentes estudios antropológicos, según los profesores doctores que dirigen el yacimiento, Luis Benítez de Lugo y maría Benito, esta situación refleja una sectorización del espacio cementerial que dividía a la población entre adultos y subadultos.

Recordemos que la campaña de este año ha sido cofinanciada por la Junta y el Ayuntamiento con 33.080 euros y en ella han participado alumnos de la Universidad Complutense de Madrid y trabajadores del Plan de Empleo. Se han realizado numerosos hallazgos que permiten entender, según los expertos, los rituales funerarios practicados en el Castillo del Bonete, dos mil años antes de Cristo, durante la Edad de Bronce.

Santuario solar en La Mancha

Recordemos que el Castillejo del Bonete es un santuario solar compuesto por varios túmulos conectados entre sí mediante corredores. La cueva natural, que ha permanecido sellada desde la Prehistoria hasta su descubrimiento en 2003 está acondicionada mediante diversas construcciones; cuenta con arte rupestre y tanto en su interior como en los exteriores fueron empleados durante más de 5 siglos para enterrar personas, depositar objetos y realizar ritos de comensalidad.

Su origen data de la época de Bronce de La Mancha, donde grupos humanos sedentarios, que se dedicaban a la agricultura y ganadería ocuparon este territorio constituyendo uno de los sustratos indígenas que dio origen a la cultura ibera.