Quico Catalán le hace un favor al Levante

Valencia

Entre la goleada del Sevilla, los golpes de calor no forzados y la enésima trifulca entre Rubiales y Tebas, no puede pasar desapercibida la noticia más trascendente y la más importante para la estabilidad y el futuro del Levante.

Probablemente, la vorágine informativa, el paso de las temporadas, las victorias, las derrotas, los fichajes y todo lo que un equipo genera en el día a día nos tenía entretenidos y nos había familiarizado con la imagen de un presidente perenne, eterno y que nunca dejaría su cargo a pesar de que hubiera reiterado en múltiples ocasiones que se marcharía en diciembre de 2019.

Yo no sé si alguien se ha parado a pensar lo que supone para el levantinismo que Quico Catalán prolongue su mandato durante cinco años más y el marrón que le ha quitado de un plumazo a un Patronato de la Fundación que hubiera entrado en colapso si hubiese comunicado su marcha.

Si me permiten, hagan el siguiente ejercicio e imagínense por un instante un Levante sin él y díganme con sinceridad, en manos de que personas de reputada profesionalidad pondrían el futuro de club de Primera división, completamente saneado después de superar un durisimo concurso de acreedores, con el proyecto de una nueva ciudad deportiva en Nazaret, la remodelación integral de Orriols, la fabricación de su propia ‘democratización’ con la venta de un porcentaje de los títulos de la sociedad entre sus accionistas minoritarios y que su Fundación salvaguarde el paquete de control para que el Levante siga perteneciendo a la estirpe generacional de levantinistas.

Los que llevamos un cuarto de siglo siguiendo los entresijos granotas no divisamos en el horizonte, ni encontramos en el corto plazo a una persona que integre, que represente y que transmita mejor que Quico Catalán los valores de un club humilde y a la vez tan ambicioso que no sabría ponerle techo.

La primera sensación que tuve al escuchar el anuncio del presidente fue de paz interior y de alivio. La segunda, de agradecimiento, porque la responsabilidad que conlleva el cargo supone un esfuerzo personal y familiar para el que no todos están preparados. El fútbol no tiene memoria, es tremendamente ingrato y los mismos que le han suplicado que no se vaya, serán los primeros en reprocharle la venta histórica de Jefferson Lerma si Nikola Vukcevic no funciona o que tire a Paco López si pierde tres partidos más. En este negocio un día eres héroe y al siguiente villano.

Más allá de sus egos personales, de algunas decisiones desafortunadas, de varios arrebatos de orgullo, de los equilibrios inverosímiles entre su Consejo y el Patronato o de momentos de ofuscación deportiva, está la salud de un club centenario y con la continuidad de Quico el Levante rebosa vitalidad.