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Rebuznos alcarreños y otros versos de un libro de hace cien años

Rescatamos del olvido un libro sobre el habla y el léxico popular de los pueblos de Cuenca escrito en 1907 por el cura Trúpita de Valdeolivas

Tareas del campo entre rebuznos y balidos. / Domingo Sánchez 'Lunes'.

Cuenca

En la sección Páginas de mi desván, que coordina José Vicente Ávila y que se emite cada martes en Hoy por Hoy Cuenca, sacamos a la luz un libro editado en 1907 y reeditado en 1993 titulado Costumbres y Rebuznos Alcarreños en renglones cortos y largos por el El Celipe y El Pólito.

Rebuznos alcarreños y otros versos de un libro de hace cien años

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Cada región tiene su acento costumbrista en el habla y en el léxico de muchas palabras que suelen ser comunes, aunque con distintos giros en la pronunciación. Ejemplos claros los tenemos en la provincia de Cuenca con sus regiones de Mancha, Sierra y Alcarria. Distintas publicaciones han incidido en ese habla popular como Martín Muelas con “El Habla de las Tierras de Moya”; José Luis Calero con su trilogía de “El Habla de Cuenca y su Serranía”, “El léxico alcarreño conquense” y “Vocabulario dialectal de la Mancha conquense” o Pedro Yunta, entre otros, con sus “Conquensismos”.

Iglesia y torre de Valdeolivas (Cuenca). / Catálogo Diódesis.

El libro en cuestión que rescatamos en este artículo utiliza un glosario de palabras como “emprencipiar”, “desnucar”, “espotricar”, “presona”, “probe”, “paice”, “muchismo”, nos recuerdan a los artículos que en cada número publicaba Luis Calvo en la revista El Banzo y después en Crónicas de Cuenca, en la sección “El pastor de Güesas” en la que Menegildo, Enemesio y “l’Emilia” eran los personajes de aquella Sierra-Alcarria-mitad Mancha. “Fue un conocido de Valdeolivas quien me facilitó hace muchos años tres cuadernillos del libro, desde la página 33 a la 77, que me dejó con la miel en los labios, diciéndome además que Camilo José Cela intentó conseguirlo para tenerlo de referencia en su “Viaje a la Alcarria””, cuenta José Vicente Ávila. “Con esas páginas en mi poder me faltaba el título, que no figuraba en la numeración superior, hasta que por fin conseguí la edición facsímil editada en 1993 por Francisco Viana Gil y José Ramón López de los Mozos, en colaboración con las Diputaciones de Guadalajara y Cuenca, junto a otros organismos, y al ver el título me causó la natural como hilarante sorpresa, y mi empeño fue saber quiénes eran El Celipe y El Pólito, los firmantes de cada capítulo de lo que sucedía en Valdeastillas y Cornifuerte, o sea, Valdeolivas y Castilforte”.

Mujeres campesinas. / Domingo Sánchez 'Lunes'.

Y aquí aparece nuestro personaje, el cura Trúpita, que debía ser bien el Celipe o el Pólito. En las investigaciones sobre otros temas conquenses, como el hundimiento de la Torre de la Catedral o la inauguración del puente de San Pablo, aparecía el autor de diversos versos y ripios, de manera muy habitual, con la firma de Felipe de Manuel Trúpita, que me parecía un personaje muy curioso, sin saber en ese momento que era cura, y ya en un ejemplar de 1898 se puede leer este versete con el título “Opiniones”:

Meregildo; yo imagino

mu relisto al que inventó

el vino

Calros, más dinos de fama

me paice a mí el que sacó

la cama.

¡Muchechos!, tenéis razón

los dos en güestro decir,

porque dempués del porrón

está muy güeno dormir.

Entendemos pues que Felipe Manuel de Trúpita era el Celipe; entonces, ¿quién era el coautor que firmaba como El Pólito? Lo de Trúpita queda muy claro en su estilo de escribir, al margen de la lingüística popular alcarreña, pues se comprueba en sus versos anteriores a la publicación del librito de los “rebuznos”, de1907. El personaje de El Pólito se atribuye a Hipólito González, que fue durante una etapa cura de Castilforte, población alcarreña que perteneció a la provincia de Cuenca y hasta 1955 a la diócesis conquense, si bien no se indica el lugar de su nacimiento. En suma, que estos “renglones cortos y largos” eran una especie de batalla dialéctica entre los dos curas, que eran amigos y habían estudiado en el Seminario de Cuenca. Felipe era sacerdote en Alcantud, aunque la referencia de Aldeastillas es su Valdeolivas natal. El Pólito ya comenta en “sus rebuznos” que “a mí me gustan los hombres que no emiten su parecer, sino después de un examen más concienzudo y penoso que aquel en el que a un servidor de ustedes le propinaron unas cucurbitáceas (o sea, plantas trepadoras amargas), que al mercancías de Cuenca le hicieron doblar los riñones al subir la cuesta de Julia Opta o Huete para hablar en romance”.

Portada del libro de 1907. / Archivo José Vicente Ávila

Felipe de Manuel Trúpita, que nació en Valdeolivas el 14 de septiembre de 1877, dato que recoge además José Aguado Martínez, en su interesante trabajo titulado Réplica y Comentarios a “Costumbres y Rebuznos Alcarreños”, publicado en 2003 en “Cuadernos de etnología de Guadalajara”, referencia facilitada por la alcaldesa Rosario Aguado de Manuel, que lleva el primer apellido de Felipe, “hijo de Patricio de Manuel y María Trúpita”. Felipe se trasladó al Seminario de San Julián, tras su etapa escolar en Valdeolivas, población en la que destaca su iglesia y torre del Protogótico y el Pantocrator, y durante su estancia en Cuenca publicó numerosos trabajos en “El Correo Católico”. Como por ejemplo este poema de 1899, titulado “¡Alégrate!”:

Si contigo se chancean,

alégrate, amigo Paco,

échate el alma a la espalda,

come bien, bebe y no hagas caso.

Si te dicen que eres feo,

llámale a quien sea, guapo;

échate el alma a la espalda,

come bien, bebe y no hagas caso.

Te llaman tonto; contesta

que ya lo eras hace rato;

échate el alma a la espalda,

come bien, bebe y no hagas caso.

Que eres corrupto en costumbres

e indigno de todo trato:

échate el alma a la espalda,

come bien, bebe y no hagas caso.

Si estos defectos tuvieras,

inspirarás compasión,

antes que el juguete fueras

de una atrevida irrisión…”

Entre bromas y veras y otros versos de carácter más espiritual, tenemos esta fábula de Trúpita titulada “El escaparate”:

Un palurdo llegó por vez primera

a una hermosa ciudad; y como viera

lleno de dulces un escaparate,

atrevido pensó ¡gran disparate!

guardaré algunos. –“Llevaréle al chico

desto, pa que lo cate el probecico”.

Observa y mira detenidamente,

y así discurre: --“Si no había gente,

los cogiera”. Mira á su alrededor,

a nadie ve; vacila y con valor

resuelto, atrévese. Alarga ufano

el brazo, óyese un ruido, y ve su mano,

por el roto cristal introducida,

bañada en sangre, que fatal herida

hizo brotar; quedando, el desdichado,

mal herido, sin dulces y asustado.

Es verdad probada: Siempre consigo

lleva la mala acción su merecido.

Como muchos otros poetas populares, Felipe de Manuel Trúpita mantuvo alguna guerra dialéctica en verso con un poeta de Villamayor de Santiago que firmaba sus ripios como A. Martínez Alonso. En una ocasión, Alonso publicó en El Correo un largo verso titulado “Notición. Música de la danza macabra” que comenzaba diciendo: “Corre la voz por mi pueblo / que ha llegado una legión / de brujas con sus cuernos y jorobas / cabalgando en sus escobas…”

No tardó Felipe de Manuel en contestar en verso a Martínez Alonso, con estas estrofas tituladas “El Notición” que resumimos:

Amigo Alonso Martínez:

llegó a mí la vibración

de su música macabra,

causándome honda impresión…

dice usted que está su pueblo

en continua agitación…

Me acosté yo la otra noche

pensando en eso de brujas,

y luego llegúe a soñar

que veía muchas musas

cabalgando en elefantes

vestidos con largas blusas;

y al interrogar los nombres

de aquellas, todo fue excusas…

Por fin una habló y dijo

“Caliope soy llamada yo,

que vengo con Talía,

Terpsícore y Clió,

a decirle que el amigo

Alonso diga en secreto

que va a parecer, si piensa

tanto en eso un esqueleto…

Y que si en lo sucesivo

ese trastorno no evita,

que no cuente ya conmigo,

ni con Felipe de Trúpita.

Y no faltó la respuesta desde Villamayor de Alonso Martínez, tras estos zascas en verso, bajo el título de “Aclaración”, que comenzaba así, llamándole curiosamente Celipe:

Paice mentira, señor Celipe Trúpita,

que ustez que es un gachó por tóo lo alto,

se haiga creído aquello de las brujas

que sólo es notición para los cándidos.

Paice mentira, que usted que tiene almendra

y alterna mayormente y viste paño,

tragara por chipén guayaba pura

y tomara indemás, por serio el caso.

El notición que publicó “El Correo”

y firmó este gachó de güelo bajo

no llevaba otro orjeto y ecétera

que tomar el cabello a cuatro gansos…

Conque esté ustez tranquilo señor Trúpita,

y dígale a Caliope, Talía y Clió,

que en cuanto a lo esqueleto y sucesivo,

con lámpara incasciente y avizor,

en el mundo terréquedo no hay nadie

que una vez se la diñe á este gachó.

Disponga como siempre y como guste

de su afectísimo seguro servidor,

A. Alonso Martínez (El Zurema)

Montera, 39, Villamayor.

Conocida esta afición a versificar de Felipe de Manuel Trúpita retomamos el libro de “Las costumbres y rebuznos alcarreños”, que con los pseudónimos de El Celipe y El Pólito firmaron los curas de Alcantud y Castilforte, con ese lenguaje popular de la Alcarria, recogiendo un fragmento del capítulo V, titulado “El santo del abuelo”:

Página original dedicada a la moza alcarreña. / Archivo José Vicente Ávila

La leña chisporroteaba y la llama se retorcía alegremente bajo la chimenea. Era una noche del mes de Enero. En derredor del fuego había doce o catorce personas, y a nadie debe extrañar semejante concurrencia en casa del abuelo, pues se trataba de su cumpleaños.

No era el tío Teodoro (tal era su nombre) de esos que se ahogan en el casco de las gallinas, porque si bien es cierto que por nada ni por nadie hubiera malgastado un céntimo pequeño, cuando llegaba la ocasión, cuando las circunstancias lo exigían, no le dolían prendas para cumplir con su familia y sus amigos. Por eso, aquella noche el tío Teodoro tenía ya prevenidos dos celemines de cañamones tostados y el vino que fuera necesario.

Sin duda para dar principio a la operación se esperaba la llegada de alguna persona, porque apenas penetró en la cocina el tío Cosme, se preparó la mesa en medio de los circunstantes y cada cual ocupó su posición.

--¡Mucho has tardao, amigo Cosme! –dijo el abuelo dando una palmada en el hombro a su antiguo compañero.

--¡Qué quieres, Teodoro, los años no se van en balde! Si me golviera del tiempo de tu Indalecio, no te pienses qu’hubiá sío el úntimo en llegar, pero hoy por hoy me se doblan las patas.

--Pus amos á tomar juerzas pa endimpués; á ver qué tal ha sacao los cañamones la Cilomena.

--¿Pus… sabes lo que aborrunto yo?

--Tú dirás, Cosme. ¡Siempre pué que tires alguna de las tuyas!

--Hombre, en toas las obras, lo primero qu’hacen los arbañiles es regar pa que pegue el guieso.

--¡Miá si lo hicía yo! Ea, pus, muchecho, arrímale el jarro pa que remoje.

--Ahí está –dijo entonces presentándolo uno de los nietos del tío Teodoro.

--Oye, Cosme, pus ahora que m’acuerdo: tú qu’has sío siempre mu listo pa los cantares, bien podías echar un brinde.

-Eso, eso, gritaron los circunstantes, que tire un brinde ahora mesmo. --¿Lo querís? Pus adelante; pero que toos tenís que esbuchar lo que sepáis.

-Güeno, güeno: en eso no tenga usté cudiao.

El tío Cosme tomó el jarro, lo puso sobre la mesa y pronunció el siguiente brindis:

Tú, que ahora estás en el jarro

y otras veces en la jarra,

¿pa qué no te llamas parro,

si eres criao entre las parras?

Entras por el prencipal,

te bajas al entresuelo,

subes luego a la guardilla

y trastornas el celebro…

Pero yo tengo entendío

que eres la gran merecina,

y por si tengo tercianas

qu’esto me sirva de quina.

Portada de la edición de 1993. / Archivo José Vicente Ávila

Y tomando el jarro del asa y del… fondo exterior remojó la garganta reseca por el brinde. Entretanto los comensales alababan la feliz ocurrencia del tío Cosme, y muy especialmente el abuelo que tuvo que hacer un esfuerzo para contener las lágrimas.

El jarro pasó de mano en mano y de boca en boca, y todos también metieron las suyas en un gran barreño de Priego, del mismo modo que si se tratara de una pila de agua bendita. Después, el abuelo, abriendo sus labios para dar paso a un suspiro, exclamó: Ay, Cosme, como varean las épocas de los tiempos. ¡Paice mentira!”

Para concluir es obligado señalar que Felipe de Manuel Trúpita nos dejó huérfanos de lo que pudo haber sido una obra literaria más amplia, pues falleció el 4 de agosto de 1919, pocos días antes de cumplir los 42 años, al bañarse en el río Vindel en el paraje “Peña de la Cerruela”, según publicaba El Día de Cuenca, que confundió su apellido De Manuel con el de Monreal, donde se recogía que “yendo dicho señor cura desde el pueblo de Alcantud en dirección a Valdeolivas, acompañado de Julio Ocaña Ochoa, de 14 años, sintió deseos de bañarse y a los pocos minutos de estar en el agua le sobrevino una congestión cerebral que le imposibilitó llegar nadando a la orilla, sin que pudiese hacer nada el joven que le acompañaba”. Y allí quedó para siempre, en su Valdeolivas natal, El Celipe, Felipe de Manuel Trúpita.

 
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