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Coste oportunidad

La columna de Rafa Gallego - Coste oportunidad (16/11/2018)

La columna de Rafa Gallego - Coste oportunidad (16/11/2018)

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León

En economía, el coste de oportunidad es el beneficio esperable que habría comportado tomar la opción que no se eligió cuando nos vemos en la situación de decidirnos por uno o por otro camino. Dicho de una manera más sencilla, es el valor de la opción no realizada, lo que habríamos podido ganar si hubiésemos elegido de otro modo.

Creo que el coste oportunidad debe calcularse antes de toda decisión. Pongamos por caso en el momento de organizar un mapa autonómico: quizá habría valido la pena considerar el coste de oportunidad antes de poner juntas realidades que son diversas o quizá se hizo y se consideró asumible el hecho de que las cosas se hicieran como se hicieron.

En el manifiesto de la manifestación —me encanta esta redundancia— se decía anoche que León va pegada a Castilla porque hubo personas a quienes les interesó. Me pareció escuchar que se hablaba de obtener prebendas, de mantener cargos, de considerar, podría añadir yo, el coste de oportunidad personal antes que el comunitario. Así es que, después de aquella decisión, al considerar ahora esos costes con la vista del paso del tiempo, nos encontramos en esta situación extraña en la que tenemos un enemigo enfrente contra el que queremos disparar nuestras protestas y le gritamos por la calle que, si esto no se apaña, caña, caña, caña. Pero no es prudente, me parece, detenerse en el lamento por el excesivo coste oportunidad. Me lo planteo en lo personal y veo que no tiene ningún sentido, porque hacer cálculos de cómo hubieran sido las cosas si no hubiera hecho tal o cual cosa no deja de ser un modo inútil de lamentarse. Por eso te digo que la manifestación de ayer me gustó en la medida que se pueda separar de ese lamento, en la medida en que se dejen de mirar los grandes beneficios que se han perdido para mirar, como decía Gamoneda, lo que está pasando hoy, lo que nos importa hoy, lo que podemos hacer hoy. Puede que lo del taxi fuera un exceso, puede que en ese momento en el que la plaza necesitaba una arenga anti-castellana, aquel llamamiento a poner cada uno de su parte sonara poco revolucionario, quizá por eso hubo quien perdió los papeles en la cercanía del estrado e insultó al poeta por no limitarse a leer el comunicado. Por manifestarse libremente en la manifestación, ¡qué paradoja!

Los que solo pretenden enemigos y solo creen en soflamas belicosas se esconden debajo de las banderas, todas esas banderas que fraccionaron la manifestación en pequeños cachitos detrás de cada pancarta, todas esas banderas que se alzaron cuando lo exigió la animación de la plaza de San Marcos.

Luego tomó el micro Gamoneda, precedido de un “gran poeta y mejor persona” y leyó un manifiesto entonado de poema. Y ahí es cuando pensé, ¡qué grandes se nos hacen las orejas! ¡Cómo se convierten en palanganas de inútiles arengas! ¡Qué importante es poder pensar por uno mismo! Y entonces Ana Gaitero se quitó el sombrero morado que trajo el silencio de las mujeres silenciadas, ese gorro morado, esa luz, y le salió un “portavoza”, cuando tenía un nudo en la garganta. Y me dije, seamos realistas. Y me envolví en el caminar taciturno de la marcha y me dije que hoy también es un buen día para cambiar las cosas. Y por eso vengo aquí y te lo cuento ahora.

 
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