Música

Noche africana, alegría y color en la clausura del Cartagena Jazz Festival

Richard Bona y Femi Kuti brindaron al público que abarrotaba el Nuevo Teatro Circo una velada sobresaliente

Cartagena Jazz Festival

Cartagena

La 38ª  edición del 'Cartagena Jazz Festival' llegó a su fin en la madrugada del domingo 25 de noviembre dejando en los fieles seguidores de este género la sensación de haber compartido grandes momentos de la mano de un ramillete de artistas de prestigio internacional, lo más granado del momento actual del jazz.

Para la última velada la organización reservó la actuación de dos grandes músicos, de origen africano, todo fuerza y poderío, colorido y pasión, sobre el escenario.

Abría la velada el bajista Richard Bona, un prodigioso instrumentista (también certero con la guitarra) y cantante que muchos llaman el “Sting africano”. Por algo será. Fue su actuación un derroche de buen gusto y demostración de cómo la música no tiene fronteras, ya que sus múltiples influencias le llevan a transitar con total solvencia desde sus orígenes en Camerún al pop y al jazz europeo con parada en los clubes de jazz americanos de New Orleans. Interpretó canciones de las distintas etapas de su vida artística, jalonada ya por siete álbumes, y se hizo acompañar por una efectiva banda integrada por el guitarrista Ciro Manna, el trompetista Dennis Hernández (memorable el diálogo que mantuvo Richard Bona con el instrumento de viento, retándolo a sacar –y vaya si lo hizo- notas imposibles en réplica a los punteos de su bajo), el teclista Michael Lecoq y el baterista Archibald Ligonniere.

Durante su actuación Richard Bona mantuvo con el público un divertido diálogo con algunas perlas filosóficas como cuando, a la hora de presentar a su guitarrista italiano dijo: “Los suizos inventaron el reloj, los africanos y los italianos, el tiempo… y los españoles… la cerveza”. Hora y media de ritmo y diversión.

Femi Kuti

Getty Images

La última función del festival correspondió a la banda que lidera el hijo del fundador del afro-beat Femi Kuti. Olufemi Kuti toca el órgano y el saxo, canta con voz profunda y poderosa, y se hace acompañar por doce músicos de categoría. La escena era desde el primer minuto un lugar donde el desenfreno, la explosión de colores, la alegría y la fuerza tomaron posesión de los cuerpos y las almas de los asistentes, buena parte de los cuales se soltaron la melena después de unos días –el resto del festival- con el público disfrutando de las actuaciones sentado y observador, sin terminar de sentirse parte del show.

Sobre las tablas, además de Femi Kuti, cuyos movimientos eran espasmódicos y viscerales, brillaron una potente sección de metales con trompeta, trombón y dos saxos, la batería –un prodigio con más brazos que un pulpo para abordar con precisión y velocidad el instrumento- percusión, guitarra y bajo. Especial mención merecen los coros y bailes, a cargo de un trio femenino, como solo se puede hacer teniendo sangre africana, que dieron color a la escena con atuendos fosforescentes y llamativos.

Mensajes reivindicativos y cargados de compromiso y preocupación social por el devenir del mundo (especialmente en África) tuvieron su protagonismo en una actuación en la que tras la explosión de color y música había una profunda carga de desgarro levantando la voz contra la injusticia. Especialmente emotiva fue la interpretación de la canción que da nombre a su décimo y último álbum “One people, one world”.

Velada memorable para culminar el último festival cuya programación dejó cerrada antes de partir a otra vida su anterior director, Paco Martín, a quien se rindió homenaje en varios momentos del ciclo.

 
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