Pedro Soler, Perico para los amigos

Murcia

Adiós a Bertolucci y a Pedro Soler

Mientras en Andalucía se tiraban los trastos a la cabeza en la campaña electoral, y en la Región de Murcia salían a la luz los resultados de las encuestas de las elecciones de mayo en donde ningún partido se sentía aludido y todos se consideraban vencedores, se nos daba a conocer la muerte de dos personas que, de una u otra manera, han formado parte de mi vida en el plano de la cultura.

De un lado, el pasado lunes desaparecía todo un icono del cine de la segunda mitad del siglo XX, el italiano Bernardo Bertolucci, el realizador de tantas y tan renombradas películas que me ayudaron a formatear mi disco duro.

En 1972, El último tango en París, en una España tardo franquista, con un dictador ya contra las cuerdas, que daba sus últimas boqueadas, fue una película prohibida en España que obligó a mucha gente a hacer cola en la frontera con Francia y pasar al otro lado, a Perpignan, para contemplar in situ una cinta que desafiaba a la moral más retrógrada, con un Marlon Brando que aún tenía cuerda para rato, haciendo de las suyas, desafiando las más estrictas reglas del amor ortodoxo y convencional. Ustedes ya me entienden.

Pero la película de Bertolucci que más huella dejó en la gente de mi generación, la que luchó contra una dictadura que terminaría muriendo de muerte natural, fue Novecento: todo un alarde de la nueva democracia que estaba aún en pañales, una ventolera de aire fresco que nos puso a todos la piel de gallina.

Aquí en Murcia, entre nosotros, también hacía su último viaje, en esa nave que, como decía Machado en su poema, nunca ha de tornar, el periodista y escritor Pedro Soler, Perico para los amigos.

Detrás de un personaje aparentemente duro, alto, desgarbado, siempre ataviado con su sombrero, con su fina ironía, con su permanente sarcasmo y cierta mala follá, se escondía un corazón sencillo, humilde y pueblerino, en el buen sentido de la palabra.

Un periodista de raza que escribía de maravilla, que interpretaba el arte, la literatura, la cultura y la vida como nadie.

Perico Soler se nos marchó a los 75 años, que es poca edad para echarse la manta al hombro y largarse, cuando más lo necesitábamos, en medio de esta locura permanente que es la política y la sociedad que ya no entiende ni el que asó la manteca.

Saludos, querido Bertolucci, abrazos, querido Pedro Soler. Nos veremos en el cielo.

Pepe Belmonte