Sus señorías se enamoran hasta las trancas de Las Grecas, Ayuso y Bonig

Don Juan Carlos I de Manuel, que se ha dejado olvidado el oremus en el vaso de enjuagar la dentadura postiza, hace su entrada en el saloncito ataviado con pantalones de campana, botines con plataforma, camisa negra abierta mostrando pelambrera y dos patillas como dos soles: «Yo vengo del barro, chaval».

A continuación, nuestro amado líder da comienzo a su soberbia perorata semanal proclamando su debilidad por Las Grecas y Camarón de la Isla. Extasiados, don Gonzalo Eulogio y don Tomás Mestre se sueltan la melena y perpetran a dúo Te estoy amando locamente subidos encima de la mesa. Don Carlos Arcaya les hace las palmas mientras espera su turno para destrozar Como Camarón de Estopa.

Cuando parecía que nada podía ir peor, nuestro amado líder hinca la rodilla en el suelo, agacha la cabeza, se quita el peluquín y reconoce sin rubor que está hasta las trancas por (agárrense a las orejas) Isabel Díaz Ayuso e Isabel Bonig.

Recuperado el aliento, el Sr. de Manuel presenta una moción para que se incorpore su efigie a la botonadura de las togas del personal, como las de Francisco Paulino Hermenegildo Teódulo Franco Bahamonde en la chaquetilla de Enrique Ponce.

Advertidos de que si no se sale con la suya acudirá en tanga de leopardo a las próximas sesiones del Gabinete y a las partiditas de petanca vespertinas, a sus señorías se le ponen los pelos como escarpias y la moción es aprobada sin rechistar. Oxígeno y cerveza a gogó.

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