Okupa
"Uno podrá sentir simpatía o aversión por el movimiento, pero no es lo mismo okupar un inmueble largamente desocupado como gesto de protesta que allanar una casa aprovechando las vacaciones de los propietarios o dejar de pagar por la cara a tu arrendador el alquiler comprometido creyendo que debe financiar tu vida", la palabra de Isaías Lafuente
La palabra del día de Isaías Lafuente | Okupa
02:25
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Madrid
El desalojo del edificio La Quimera, en el barrio madrileño de Lavapiés, ha devuelto a la actualidad la palabra okupa. Aunque la ocupación, con c, de viviendas desalojadas tiene larga historia, el movimiento social que la promueve como protesta por la carencia o la carestía de viviendas y como denuncia de la especulación inmobiliaria tuvo su auge a partir de los años 80. Ocuparon viviendas y ocuparon el diccionario, a cuya última edición, décadas después, llegó la palabra okupa y su verbo okupar, con k, porque, razonan los académicos, expresa una voluntad transgresora también con las normas ortográficas.
Como otras palabras, okupa comenzó a tener vida propia. Y hoy se utiliza coloquialmente para referirnos a un invitado que prolonga demasiado su estancia, a un hijo mayor de edad que no sale de casa ni con fórceps, o, ilegítimamente, para insultar al rival político que ocupa legítimamente el puesto que tu deseas, como hizo Pablo Casado con Pedro Sánchez, al que, entre otras lindezas, llamó okupa de La Moncloa.
Convendría no seguir extendiendo el término para no desvirtuarlo. Porque uno podrá sentir simpatía o aversión por el movimiento, pero no es lo mismo okupar un inmueble largamente desocupado como gesto de protesta que allanar una casa aprovechando las vacaciones de los propietarios o dejar de pagar por la cara a tu arrendador el alquiler comprometido creyendo que debe financiar tu vida.