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El "mal viaje" del Brexit

El viaje del Brexit empieza hace casi 10 años y conviene recordar dónde estaba Reino Unido hace 10 años. Estaba en un buen momento. Ofreciendo al mundo una imagen majestuosa en los Juegos Olímpicos de Londres que, de alguna forma, mostraron que el viejo imperio británico afrontaba el siglo XXI con vigor. Entonces ocupaba Downing Street uno de sus inquilinos más jóvenes. David Cameron, renovador de los conservadores y euroescéptico. En 2013 propone renegociar el estatus de Reino Unido en la Unión y someter el acuerdo a votación de los británicos: si preferían estar dentro o fuera de Europa.

Con esa promesa, David Cameron acude a las elecciones de 2015 y gana con mayoría absoluta. Y sigue adelante, pero la cosa empieza a torcerse: la negociación y el nuevo pacto con Bruselas nunca convence a los brexiters de pura cepa. Los conservadores se parten en dos. Cameron quiere quedarse en la Unión. "El aislacionismo nunca le ha venido bien al país", decía. Pero otros en su partido y en su propio gobierno quieren Brexit. Se suma con ahínco, el excéntrico alcalde de Londres, Boris Johnson.

"No puedo llevar a cabo este mandato"
"No puedo llevar a cabo este mandato"

Liz Truss dimite como primera ministra apenas seis semanas después de ser nombrada

La gran promesa de los brexiters a los que se unen los populistas del Ukip es recuperar el control frente a Europa y su líder Nigel Farage recurre a mentiras para promover el sí. Cameron intenta neutralizarlas, pero los experimentos de Cambridge Analítica en las redes sociales dan a esos bulos el impulso definitivo. Y llega el 23 de junio de 2016, el día del referéndum. El sí al Brexit gana por cuatro puntos de ventaja y empieza el baile en Downing Street. Cameron es el primero que se va. Su situación era insostenible después de apostar por la permanencia.

Le sucede Theresa May. Se propone convertir el Brexit en un éxito, pero terminará siendo su particular tortura desde que pone en marcha el proceso. Estamos en marzo de 2017. May invoca el artículo 50 que abre las negociaciones de salida. Dos años de plazo para evitar el Brexit duro. Un Brexit desordenado, sin acuerdo con Bruselas. A finales de 2018 hay acuerdo, pero a comienzos de 2019 el parlamento británico lo rechaza. Dos meses después ocurre por segunda vez. Ni siquiera a la tercera fue la vencida para Theresa May. Vuelcos a su plan aderezados con retrasos para la salida de la Unión y una moción que la primera ministra supera. Terminan con ella los propios tories que no la aceptan para comandar el Brexit. En mayo de 2019, Theresa May tira la toalla. En diferido. Deja el liderazgo del partido y espera en Downing Street la reaparición de Boris Johnson como estrella principal.

En enero de 2020, justo antes de la pandemia, completa el divorcio pero fue un cierre en falso porque hace poco más de un año exigió renegociar el acuerdo para evitar una frontera interna con Irlanda. Los escándalos arroyaron a Johnson con ese asunto pendiente y Liz Truss no ha tenido tiempo de actuar. Aunque su intención era reabrir ese protocolo para Irlanda del Norte. Así que el Brexit no se ha resuelto pero se ha cobrado cuatro primeros ministros y ha devuelto a Reino Unido a la decadencia, lejos de aquel espejismo de los Juegos de 2012. Justo antes del mal viaje que inició David Cameron.

 
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