20 años sin James Coburn
El actor fue durante décadas un habitual del cine americano, sobre todo del western, el cine bélico y el cine de acción.
Era flaco, desgarbado, de facciones duras y un gesto canalla que le hacía ideal para personajes tanto de villano o como de héroe cínico. Su rasgo más definitorio era su ancha sonrisa repleta de dientes blancos. Una sonrisa que a menudo desembocaba en ruidosa carcajada. Su primer trabajo en el cine le llegó mientras hacía el servicio militar en Alemania. James Coburn fue reclutado para intervenir en las películas documentales del ejército prestando su voz como narrador. Y es que el actor tenía una profunda voz de barítono desde que de niño sufrió una bronquitis que afectó para siempre a sus cuerdas vocales.
Coburn estudio teatro en Nueva York con Stella Adler y comenzó su carrera en series de televisión y anuncios publicitarios. Tenía ya 31 años cuando debutó en el cine con Cabalgar en solitario de Budd Boeticher, un western de bajo presupuesto. Pronto el actor accedió a ligas mayores cuando fue reclutado por el director John Sturges para ser uno de los integrantes de Los Siete magníficos. En la película daba vida al lanzacuchillos, un personaje silencioso que apenas pronunciaba palabra en la película pero que caló entre el público. Sturges volvería a contar con él para su siguiente superproducción, La gran evasión, donde interpretaba a uno de los pocos prisioneros que conseguía completar la fuga con éxito.
A partir de entonces Coburn se convirtió en un secundario habitual del cine de los 60. Le vimos en películas como Charada o La americanización de Emily. Su parecido físico con Lee Marvin hacía que el público les confundiera y que a menudo los productores les ofrecieran los mismos papeles. “A veces quedábamos y comparábamos las ofertas que nos hacían. A él muchas veces le llamaban el vaquero lanza cuchillos y a mí me decían: ¡Qué bien estuviste en La ingenua explosiva!, recordaba con humor el actor.
En 1965 se produjo su encuentro con Sam Peckinpah, un director que sería clave en su carrera. La película era Mayor Dundee y en ella Coburn interpretaba a un explorador manco al servicio del oficial de caballería al que daba vida Charlton Heston. A partir de esta película Sam Peckimpah y Coburnse hicieron grandes amigos. “Creo que puedo recordar cada uno de los momentos que pasé con Sam. Con él hacías cosas que no podías hacer con otros directores. No solo te permitía experimentar, te obligaba a darlo todo. Puede que fuera un maldito bastardo insoportable pero sabía lo que quería. Con él todo estaba justificado. No podías salir ahí y simplemente actuar. Tenías que sacarlo desde dentro de ti y todos los actores que trabajaban con él lo hacían”, decía.
En 1966 James Coburn dio el salto de secundario a protagonista. Fue gracias a Flint, agente secreto y a su secuela, F. de Flint, dos películas que tuvieron gran éxito y en la que el actor interpretaba a un espía que parodiaba las películas de James Bond. Armado con su mechero multiusos Flint salvaba al mundo casi sin despeinarse. Para prepararse para las escenas de artes marciales de estas películas James Coburn contó con un maestro muy especial: Bruce Lee. “Fue un gran amigo”, afirmaba el actor. Entrenamos juntos durante bastante tiempo y eso nos unió mucho. Era un hombre maravilloso. Su muerte fue una gran pérdida para mí. Le echo de menos a diario”. Coburn fue uno de los portadores del féretro cuando falleció Bruce Lee y los dos planeaban actuar juntos en una película titulada El círculo de hierro, con un guion escrito por ambos, que tras la muerte de Lee quedó abandonado.
Uno de los directores que llevaba tiempo queriendo trabajar con James Coburn era Sergio Leone. Le había ofrecido el papel que acabaría haciendo Clint Eastwood en Por un puñado de dólares y el de Charles Bronson en Hasta que llegó su hora pero por problemas de agenda Coburn no pudo aceptar. Por fin consiguieron trabajar juntos en 1971 en Agáchate maldito en donde Coburn daba vida a un experto en explosivos del IRA irlandés metido en la revolución mejicana. A lo largo de los años 70 le vimos otras películas de acción y aventuras como Muerde la bala de Richard Brooks o El luchador, donde hacía de manager del boxeador callejero Charles Bronson.
Sus dos mejores actuaciones de esta década llegaron de nuevo de la mano de Sam Peckinpah. Por un lado Pat Garret y Billy el niño, la película que Coburn elegía como su favorita entre toda su filmografía. Y por otro La cruz de hierro, la que los críticos consideran la mejor interpretación de su carrera. En ella daba vida a un desencantado sargento alemán en el frente ruso durante la Segunda Guerra Mundial. Su amistad con Peckinpah le llevó también a participar en la siguiente película del director, Convoy, aunque no como actor sino como director de la segunda unidad.A finales de los años 70 los médicos le diagnosticaron una artritis reumatoide. De repente el actor apenas podía tenerse en pie; sus dedos y muñecas comenzaron a deformarse. El actor no abandonó el trabajo, pero su carrera se resintió mucho. En las pocas películas en las que aparecía apenas podía moverse ya que los movimientos rápidos le resultaban muy dolorosos. Tuvo que renunciar a muchos trabajos; algunos ya los tenía firmados incluso como el personaje de Aníbal en la serie El equipo A, que al final hizo George Peppard. El actor pensaba que su carrera había terminado. Sin embargo, mediante un tratamiento de medicinas alternativas a base de un compuesto de Metilsulfonilmetano, el actor logró una clara mejoría. La efectividad y consecuencias de esta substancia no están plenamente probadas pero a James Coburn le permitieron regresar al cine y lo hizo además con una película cuyo argumento conocía muy bien: Si en Pat Garret y Billy el niño había dado vida al sheriff que perseguía al bandido en Intrépidos forajidos interpretaba al hombre que le contrataba.
A partir de Intrépidos forajidos James Coburn vivió una segunda etapa de éxito como secundario en el cine americano. Le vimos jugando al póquer con Mel Gibson en Maverick. Al lado de Schwarzenegger en Eraser; de Bruce Willis en El gran halcón o de Eddy Murphy en El profesor chiflado. Y cuando menos se lo esperaba llegó el premio. James Coburn ganó el Oscar al mejor actor de reparto en 1998 por su papel en Aflicción de Paul Schrader donde interpretaba al padre alcohólico y violento de Nick Nolte. Tras el Oscar Coburn aún participaría en media docena de películas más. La última que rodó fue Aventuras en Alaska, en el año 2002. En ella daba vida a un veterano corredor de carreras de trineos.
James Coburn fue siempre un gran apasionado de la cultura y la filosofía oriental. En su casa de Los Ángeles solían pasar la noche los monjes budistas de gira por los Estados Unidos. Estaba muy interesado en el zen y practicaba todos los días la meditación. “La meditación establece un centro para que regreses a ti mismo. Cuando haces una película has de ir más allá de tu propia persona. Te expandes, entras en otra personalidad. La meditación te trae de vuelta hasta tu centro vital. Es lo que hace”, afirmaba. También era un loco de los coches deportivos, en especial de los Ferrari. Conducirlos a toda velocidad era para él otra clase de meditación. “Así es, porque tienes que estar muy concentrado y muy presente en el momento en el que estás. Es como una liberación. Anula todos tus pensamientos y preocupaciones y todo lo que haces o piensas está enfocado a ese momento. También me ocurre mientras toco la flauta. Cuando me quedo atascado en un problema paro media hora y lo dedico a tocar la flauta porque es un instrumento que me resulta muy difícil y has de poner toda tu atención en él”, reconocía. Estaba tocando la flauta precisamente junto a su mujer cuando el 18 de noviembre de 2002 sufrió un infarto agudo de miocardio. Tenía 74 años y más de 70 películas a sus espaldas.